20 de septiembre de 2024

Impuntualidad, escándalos y ausencias: ¡Bienvenidos al gobierno «del cambio»!

Por Anuar Saad

¿A usted le gustaría viajar casi dos veces al mes

fuera del país?  ¿Es de los que se “sacrificaría” llevando consigo la responsabilidad laboral más allá de sus fronteras? ¿Se regodea en anunciar reuniones y a la hora de la verdad deja a todo el mundo plantado? ¿Es de los que, a pesar de las evidencias, insiste en que todo, todo, todo, es mentira? ¿Tiene un manojo de familiares y «colaboradores» que parecen más sus verdaderos enemigos? Si sus respuestas fueron afirmativas, definitivamente tiene todo el perfil para ser Presidente de Colombia.

Es que en el poco más de un año de  gobierno Gustavo Petro ha viajado al exterior 19 veces. Es comprensible que un primer mandatario tenga una apretada agenda que involucre desplazamientos importantes, vitales para la economía y política del país, pero también debe ser coherente con lo que está pasando en su nación. No tiene presentación que mientras el país se desangra por la violencia en todos sus frentes, el presidente viaje y viaje o, peor, se meta en los problemas de otros países,.como es.el caso de El Salvador y Panamá.
En la historia de Colombia nunca había un Presidente capaz de faltar repetidamente a eventos oficiales programados con antelación. Su obsesiva impuntualidad ha generado todo tipo de versiones que van desde las que dicen que padece una grave enfermedad, hasta las que hablan de «posibles adicciones»
Según un estudio realizado por el portal Silla Vacía, y citado por Infobae, Gustavo Petro ha incumplido 82 veces con sus compromisos, no solo en el país sino también en el exterior. De acuerdo con ese estudio, los meses con más cancelaciones en la agenda de Petro fueron marzo y abril de 2023, y, en promedio, el jefe de Estado ha cancelado nueve eventos por mes, sin contar la gran cantidad de reuniones a las que el mandatario ha llegado con retraso

Y no son solo la impuntualidad y los viajes: es el discurso desconectado con la realidad del país que él lleva más allá de las fronteras. Un discurso que haría pensar a algún despistado, que están hablando de Suiza y no de Colombia. Petro parece vivir encerrado en una dicotomía que le impide ver la realidad de un país convulsionado y que se desmorona mientras él, el Presidente, sigue dando pasos timoratos, equívocos, lejos de dar con soluciones a los verdaderos problemas.

Lo paradójico es que el que funge hoy como Presidente, ejecuta las mismas acciones que criticó de su antecesor, sin que sus electores no digan ni mú. Y es que si Duque nos tenía aburridos con sus presentaciones diarias en televisión, mas aburridos nos tiene Petro con su uso y abuso de  las redes sociales en las que, incluso, llega a poner cortapisas a la libertad de prensa. ¿Es que acaso esperaba que los colombianos y la prensa se desbordaran solo en aplausos y elogios? ¿Se le olvida el margen estrecho por el que ganó?
Las columnas de opinión, son coincidentes. Los informes de los diarios en sus notas políticas dan cuenta de ello y artículos de prestigiosos diarios internacionales, apuntan a la misma diana: Petro se quedó en la retórica. Pero de ejecución de políticas efectivas, todavía está debiendo.

Este gobierno parece un juego del teléfono roto. Una cosa sale diciendo el jefe de estado y otra sus colaboradores. Lo que el denunciaba como dañino en gobiernos anteriores, lo repite sin asomo de remordimiento.  El circulo vicioso en el que  ha caído el presidente parece asfixiarlo. Sus eternas peleas con la prensa, sus respuestas a todo en redes, su fracaso en aprobación de las reformas, su pésima escogencia de su cuerpo ministerial y los escándalos que rodean a su hijo Nicolas sumado a la entrada de dineros ilicitos a su campaña, le van quitado brillo y legitimidad sl que se suponía iba a ser el «mandato del cambio».

La manía de achacar todos los males del país al mandato anterior, parece ya un cuento chino que no se lo cree nadie: a un año de mandato, este Gobierno no da señales claras de redireccionamiento, de timonazos claves para llevar a Colombia a puerto seguro y, lo que es peor, la percepción en redes, en reuniones de líderes, en encuentros familiares y hasta en conversaciones de peluquería, es que el piloto no se ve por ninguna parte: el país es un avión la deriva que da tumbos intempestivos según las ocurrencias de turno del presidente.

Para colmo, los líderes sociales siguen cayendo asesinados pero no se ven los rechazos y manifestaciones que la izquierda ejecutaba cuando se daban en la era Duque.
Mientras la violencia de toda índole arrecia en medio de una promesa intangible de «paz total», la población que sufre esos embates no ve por ninguna parte lo que se necesita para combatir a esa violencia que sacude desde la Guajira hasta el Amazonas a Colombia.

Entre tanto, el país sigue su marcha a un futuro muy incierto, la  mecha encendida de la polarización desbocada sigue latente.  La misma polarización que se vivió en el anterior gobierno y que sigue pasando impune en este. En este gobierno del cambio que, hasta ahora, demuestra que muchas cosas cambiaron: antes estaban malas y ahora son peores.

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