El mundo entero estaba expectante desde las primeras horas de la mañana cuando, en un comunicado inusual, el Palacio de Buckingham había informado que la soberana estaba bajo supervisión médica, y que sus médicos estaban «preocupados por su salud».
Todos sus hijos -el príncipe Carlos de 73 años, heredero del trono, la princesa Ana de 72, el príncipe Andrés de 62, y el príncipe Edward de 58- se trasladaron enseguida a Balmoral, la residencia situada 800 km al norte de Londres, según se informó.
También emprendieron viaje los hijos de Carlos, William, segundo en la línea sucesoria al trono, y Harry. El hijo menor de Carlos y Lady Di estaba en Londres con su esposa Meghan para un acto caritativo, pese a que viven en California desde que en 2020 abandonaron la monarquía británica, en una ruptura que golpeó con fuerza a la realeza.
La noticia llegó un día después de que la reina cancelara una reunión de su Consejo Privado y le recomendaran descansar.
El martes, presidió la entrega ceremonial del poder a la nueva primera ministra Liz Truss en su residencia de verano en el Castillo de Balmoral, en Escocia, y despidió jefe de gobierno saliente, Boris Johnson.
Las primeras noticias sobre el estado físico de Isabel II pusieron al reino y al mundo entero en alerta. Generalmente la salud de la reina es un tabú para sus súbditos y solo se refieren a “episódicos problemas de movilidad” para reducir su agenda.
Pero la soberana caminaba ya muy poco desde hacía tiempo, apoyada en un bastón, y había tenido que cancelar varios eventos en los últimos meses por recomendación médica.
El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, el clérigo de más alto rango en la Iglesia de Inglaterra, de la que es líder la reina, aseguró durante la mañana que rezaba por ella.
Con su vestido y su sombrero verde furioso, emoción en sus ojos celestes, el bastón en la mano, la reina Isabel hizo su histórico saludo al pueblo británico, que la aclamaba, desde el balcón del palacio de Buckingham. Era el final de sus fiestas de Jubileo y sus 70 años en el trono pero ella lo sentía como una despedida. Los miles de británicos que asistieron a las festividades tuvieron el sabor de la última vez.
La reina Isabel II ha muerto. Con ella se va un estilo de monarquía victoriana inmutable, en el reinado más largo de la historia, en el año que celebró su Jubileo de Platino.
Murió rodeada de todos los que quería en Balmoral, en Escocia, su lugar en el mundo. Un palacio gótico, de piedra, helado, que ella amaba por su privacidad. Allí estaban el príncipe Carlos, el príncipe William, sus herederos, la princesa Royal Anne, su desgraciado príncipe Andrés más Andrew, su hijo menor, y su esposa Sophie.
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