POR FARID TURBAY Y SCARLETTE ÁVILA
Y sigue ahí. En la misma esquina de la carrera 44 con calle 62, donde siempre ha estado desde hace más de 55 años. En el mismo sitio donde usted puede complacer su paladar con unos chicharrones crujientes y carnosos; deditos de queso que se estiran al primer mordisco; arepas y empanadas que nos recuerdan las recetas de la abuela y, por qué no, con una cerveza que refresque las calurosas tardes barranquilleras.
A pesar de sus paredes repletas de cuadros en los que presidentes, ministros, cantantes, actores y deportistas dan fe de su exquisita gastronomía, La Tiendecita sigue siendo la misma. Esa misma que nació en el ya lejano año de 1965, bajo el tempestuoso sol de la arenosa, en un pequeño rincón donde resaltaba el amarillo, rojo, y naranja rodeado por pequeñas mesitas, banquillos de madera, un tablón como mesa y, en el fogón, deditos, empanadas y chicharrones.
Aunque la intención de su fundadora Olina Rivero era tener una tienda como cualquier otra de Barranquilla, la casualidad hizo que que el negocio familiar terminara tomando otro rumbo. Y esa historia se empezó a escribir el día que a su puerta llegó el novelista y periodista Álvaro Cepeda Samudio con una “propuesta indecente”: reemplazar el expendio de cerveza Germania, por Águila y aumentar su venta.
Fue así como, sin planearlo, Álvaro Cepeda Samudio escogería el sitio para reunirse con colegas y amigos, todos miembros del célebre Grupo de Barranquilla, lo que como un imán empezó a atraer a todos los estratos de la comunidad barranquillera. Y así, entre Águilas frías y frituras exquisitas, nació La Tiendecita, un lugar obligado para que barranquilleros y visitantes se reúnan cada día con amigos y familiares.
Tras la muerte de su fundadora en 1987 su hijo Ramón Blanco, conocido popularmente como ‘Monchy’, junto a su esposa Marta Bolívar, le hicieron frente al negocio y tras 56 años de haber sido inaugurada, este cúmulo de tradiciones se han mantenido intactas e incluso, se han renovado, pues la esencia con la que nació sigue siendo responsabilidad de la transcendencia familiar, lo cual ha sido la clave y punto de equilibrio de su historia.
La originalidad con que han sido bautizados sus platillos, hace parte del atractivo del lugar: “Carimañolas exóticas”, “Pastelitos excitantes”, “Chicharroncitos Morbosos”, “Chuleta dietética”, y los “Deditos curucutiadores”, son sabores que se visten de caribe y terminan por hacer de este, un lugar icónico, que hasta hoy mantiene intacta su esencia llena de anécdotas para contar e historias por relatar.
Entre risas y recuerdos azotados por la nostalgia Monchy relata cómo fue ese paso de una tienda común y corriente a lo que hoy representa este icónico lugar que es reflejo de la gastronomía popular de la costa caribe. Reconoce que parte del éxito se lo debe a esa clientela que, aunque en esa época eran personas comunes y corrientes, años más tarde terminaron siendo escritores, Nóbeles, empresarios ilustres; políticos reconocidos y hasta presidentes de la república como Alfonso López Michelsen. Sus paredes dan fe de ello: fotos por montón, recortes de prensa y autógrafos en sus paredes hablan por sí solo de lo que La Tiendecita representa.
EL DATO
Hace unos años, el Presidente Iván Duque probó las delicias de La Tiendecita en compañía del Alcalde de entonces Alex Char y se el ex-Ministro Fuad Char, atendidos por el mismo Monchy. Cantantes como Silvestre Dangond, han posado en su entrada, compartiendo en redes que estuvieron ahí. Una de las fotos que más aprecia su dueño, es la del inmolado candidato presidencial Luis Carlos Galán.
Y en lo que a su gastronomía se refiere, aquí no hay presa mala: todos los platos son dignos de resaltar, pero lo que más consume la clientela, según revela el mismo Monchy Blanco, son los deditos de queso, los pastelitos de carne, las carimañolas y chicharrones, sabores que se mantienen y siguen sorprendiendo a todos con el pasar de los años.
Así que no hay excusas para no complacer a su antojo y a su paladar. Es en La Tiendecita el lugar en donde más que “ir a comer algo”, se disfruta de la compañía de amigos, comensales y, por supuesto, de la exquisita atención que ratifican el por qué esta esquina del barrio Boston es considerada como un patrimonio Gastronómico del Caribe colombiano.
*FARID TURBAY Y SCARLETTE ÁVILA son estudiantes de la asignatura de Reportaje del Programa de Comunicación Social Periodismo de la Uniautónoma del Caribe
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