18 de mayo de 2024

La casa maldita de Amityville: ¿mentiras verdaderas?

A las 3:15 de la madrugada del 13 de noviembre de 1974 Ronald Defeo Jr., el hijo mayor de esa familia, asesinó a sangre fría a sus padres y a sus cuatro hermanos, incluyendo entre ellos a dos niños entre nueve y once años.

POR ANUAR SAAD, Especial desde Nueva York

La primera vez que supe de la casa maldita de Amityville fue en 1978. Tenía entonces catorce años y la Librería Nacional de Barranquilla quedaba en el centro de la ciudad. Había ido a buscar el libro “La Profecía”, pero en su lugar, encontré otro que estaba exhibido ahí como la gran novedad y que llamó mi atención. Era “Horror en Amityville” de Jay Anson que ilustraba su carátula con la imagen de la casa envuelta en un halo rojo siniestro que simulaban ser llamaradas del más allá.

Me topé de nuevo con la casa maldita en el cine: “Terror en Amityville” se estrenaba en Colombia en 1979 convirtiéndose en semanas en todo un fenómeno cinematográfico por aquello de ser la “historia verdadera” basada en los relatos reales de la familia Lutz quienes habían comprado la casa después de los hechos siniestros que allí sucedieron.

Tuvieron que pasar 43 años para encontrarme otra vez con ella. Pero esta vez no fue por la lectura de algún libro o por ver una serie de televisión o un nuevo remake de la película: la encontré personalmente en Long Island, en el Estado de Nueva York, donde queda Amityville, una tranquila y pequeña población de no más de once mil habitantes.

Todo empezó porque, estando en Nueva York, y con la idea de hacer pequeños informes desde distintos sitios de esa gran capital, le pregunté a Rodolfo Sánchez, un chileno que recién me habían presentado y que vivía hace décadas en Long Island, si en Estados Unidos existían muchas leyendas urbanas. Me habló entonces del famoso “Jinete sin cabeza” y de la casa de Amityville. –Y esa– me dijo– la tenemos a menos de 20 minutos de acá.

El periodista Anuar Saad, posa al frente de la Casa de Amityville

Mientras conducía, Sánchez me empezó a contar que antes de llegar a Amityville existían, hace más de 200 años asentamientos indígenas que con el tiempo fueron exterminados y que se creía que muchos de los nativos habían sido sometidos a torturas extremas, asesinados y enterrados precisamente en lo que hoy se conoce como Amityville. –Pero claro– dijo en voz alta –al fin de cuentas uno no sabe si eso es pura ficción o algo que en verdad pasó

Cuando la camioneta se detuvo quedé boquiabierto con el panorama que se asomaba ante mis ojos. Mi subconsciente había creado una imagen totalmente distinta de lo que era en realidad esa pequeña población. La había imaginado decadente, con casas vetustas y la casa, esa casa, medio destruida y llena de pasto sin cortar a su alrededor. Nada más alejado de la realidad.

LA CASA

Las casas de estilo victoriano que estaban frente a mi eran hermosas. Algunas, antiguas, habían sido retozadas y se veían magníficas. Más allá, seis o siete mansiones de varios millones de dól loares te decían que ese pequeño pueblo era muy exclusivo: con un atracadero para pequeñas embarcaciones y muchas de sus casas, incluyendo la famosa “casa maldita” tiene en su traspatio salida al océano. Piscina; BBQ, aparcadero para dos automóviles y una zona verde de encanto.

Empezamos a buscar la casa marcada con el 112 de Ocean Avenue y no la encontramos. Sin embargo, al empezar a compararla con la foto que teníamos de ella, la hallamos. Ahí estaba ella: ahora era blanca, su cercado de plantas ornamentales estaba recortado y cuatro coronas navideñas decoraban sus ventanas. Pero el dato más notorio, es que su nomenclatura había sido cambiada: ya no era la 112 de Ocean Avenue sino la 108, para que los curiosos no pudieran hallarla. 

Me paré frente a ella y empecé a evocar el día fatídico. Eran las 3:15 de la madrugada del 13 de noviembre de 1974 cuando Ronald Defeo Jr., el hijo mayor de esa familia, asesinó a sangre fría a sus padres y a sus cuatro hermanos, incluyendo entre ellos a dos niños entre nueve y siete años.

Sus cuerpos fueron hallados boca abajo, sin ningún otro signo de violencia que un balazo en la cabeza cada uno y sin señales de que se hubieran dado cuenta de que algo iba a pasar. Los expertos dijeron entonces que por la forma en que los encontraron, ellos jamás se levantaron, ni siquiera cuando oyeron los primeros disparos “como si una fuerza sobrenatural hubiera silenciado, de algún modo, el rifle y mantenido a las seis víctimas en un extraño trance hasta la llegada de su fatal destino”, como se cita en una historia sobre los hechos publicada en diarios tiempo después de los macabros sucesos.

Recortes de.prensa de la época reseñando el múltiple asesinato
Portada del libro de Jay Anson

Aunque ahora está pintada de blanco, con un magnífico aspecto y habitada, no pude evitar que un escalofrío recorriera mi cuerpo cuando caminé hacia ella. Sánchez la apuntó con su celular y me dijo que me parara en frente que me iba a tomar una foto. Quise acercarme más a la casa, montarme literalmente en su jardín, pero un aviso lo evitó. “Propiedad privada”, rezaba la advertencia lo que hizo que me detuviera en la acera.

Letrero que anuncia la llegada a Amityville

De lo que no cabe duda es que la casa es bonita: es una mansión colonial de tipo holandés que parece sacada de un cuento de hadas. Tiene 6 dormitorios, 4 baños, un amplio comedor, sótano, garaje, piscina climatizada y hasta una caseta para botes puesto que está muy cerca del canal del Estrecho de Long Island, un canal navegable. Pero su belleza no logra borrar la sombra siniestra que se posó sobre ella y la leyenda que nació después de los trágicos hechos de esa madrugada del 13 de noviembre de 1974.

Mientras capturábamos las imágenes, dos muchachas jóvenes, rubias y hermosas nos dijeron algo en inglés que yo no entendí pero que en todo caso no había sonado muy amable. –Están diciendo que nos larguemos, que dejemos tranquila a la gente– me tradujo Sánchez sin inmutarse y, al contrario, con más ganas de seguir sacando fotos.

Minutos más tarde, una camioneta Dodge Ram, negra, con vidrios oscuros, se detuvo al lado de nosotros. Cuando el vidrio bajó, un gigantesco pelirrojo que masticaba un chicle trasnochado se nos quedó mirando unos segundos sin decirnos nada antes de que se alejara muy despacio sin quitar los ojos del retrovisor. No quedaba duda: nadie quería que estuviéramos husmeando por ahí.

LO QUE PASÓ EN AMITYVILLE

La familia DeFeo llegó en 1965 a la casa con el número 112 de Ocean Avenue, en Amityville y a pesar del paradójico letrero que colgaba afuera, enterrado en el jardín de la casa, que decía: «Grandes Esperanzas», no pasó mucho tiempo para que el pequeño pueblo descubriera que en esa casa se vivía un infierno de violencia intrafamiliar por culpa del temperamento violento del padre, Ronald DeFeo, que maltrataba a su esposa e hijos. La familia, además, estaba directamente vinculada, según relata un artículo publicado a comienzos de este 2022 en el diario El País de España, al crimen organizado a través del abuelo materno, Michael Brigante, socio del jefe mafioso Carlo Gambino. Asegura la nota de prensa que según el hijo mayor, autor de la masacre—que estuvo empleado junto a su padre en el concesionario de Brigante— ellos ya tenían un trato muy estrecho con la muerte, al tener que deshacerse frecuentemente de cadáveres por encargo de la mafia, según revela un libro publicado por R. Osuna en 2005 donde se asegura, según cita el diario El País, que los acontecimientos se precipitan el 12 de noviembre, después de una brutal trifulca donde el padre agrede a su mujer y a varios de sus hijos.

Ronald Defeo Jr, capturado por la Policía luego del múltiple asesinato.

Cansado de los maltratos de su padre, Ronald Defeo hijo, al que también conocían como “Butch”, asesinó a sus padres y a sus cuatro hermanos y aunque trató de evadir su responsabilidad, finalmente confesó haberlos asesinado influenciado, según su declaración, “por voces maléficas que le hablaban dentro de su cabeza”.

Fue en diciembre de 1975 cuando se empieza a hablar sobre el supuesto embrujo de la casa de Amityville. Y esto pasa porque la familia conformada por George y Kathy Lutz y sus tres hijos, creyeron que su compra de la enorme casa a un precio irrisorio había sido una ganga, aunque, supuestamente, no tenían idea a qué se enfrentaban.

Afiche de la película «Horror en Amityville»

Y lo que al parecer les pasó tuvo que ser terrible, pues solo duraron 28 días en la casa, antes de abandonarla supuestamente espantados culpando de su huida a incidentes aterradores que sucedían en el interior de la vivienda.

Los Lutz declararon a la prensa que “una baba verde brotaba de las paredes y que había ojos que se asoman a la casa desde el exterior. Los malos olores eran abominables y frecuentemente Kathy aparecía levitando sobre su cama”.

George, por ejemplo, afirmaba que se despertaba exaltado a las 3:15 de la madrugada cada noche, la hora exacta de la muerte de los miembros de la familia DeFeo.

¿MENTIRAS VERDADERAS?

Según Wikypedia, estos hechos fueron posteriormente desmentidos bajo acusaciones de fraude, señalando que el abogado de DeFeo, William Weber, intentó buscar la liberación de su cliente asegurando que este había sido manipulado por fuerzas sobrenaturales que hechizaban la casa, y aprovechándose de la situación económica precaria de los Lutz para que estos sostuvieran la coartada afirmando que eran verdaderos dichos sucesos.

Es decir, Defeo habría intentado pagarle a los Lutz para que simularan una huida cinematográfica de la propiedad, aduciendo supuestas apariciones y hechos paranormales para tratar de influenciar en el juez y en los jurados de que actuó bajo una supuesta posesión demoníaca.

Pero el escritor Jay Ansen tomó en serio las declaraciones de los Lutz, lo que posteriormente se convertiría en el bestseller del momento: el libro “Horror en Amityville”, que derivó, por supuesto, en una película que aún hoy es calificada como un filme de culto que exacerba el morbo de los fanáticos de la cinta quienes a diario acechan la famosa casa.

La casa de Amityville la madrugada de los trágicos hechos. Llama la atención el leterro que los Defeo habían colgado en su entrada en el que se lee «Grandes Esperanzas».

El libro se compuso de 45 horas de entrevistas grabadas con testimonios de la familia Lutz. Y uno de los tres hijos, Christopher Quaratino, confirmó que las apariciones ocurrieron. Aunque también señaló que los sucesos fueron exagerados por su padrastro, George Lutz, que era creyente fervoroso de los sucesos paranormales y la invocación de espíritus.

Pero todo indica que lo que en realidad motivó a George Lutz era la compensación económica para vender su historia a los medios ya que su familia estaba llena de deudas.  Incluso Weber, el abogado de DeFeo Jr., señaló más de una vez que el embrujo que publicitaba Lutz, era un engaño absoluto.

Con el paso del tiempo la casa de estilo colonial holandés sigue intacta y parece una más del barrio. Tuvo varios dueños y en 1997 fue adquirida por James y Barbara Cromarty, quienes le cambiaron la dirección a la tristemente célebre casa del horror de Amityville del 112 de Ocean Avenue al 108, con la esperanza de ahuyentar a los que, como yo, se sienten atraídos por la leyenda ya que la frecuencia de curiosos en su alrededor devalúa el precio de la propiedad.

La casa, hoy día la habita una familia que ha sabido mantener su anonimato y que ha hecho algunas modificaciones a la hermosa propiedad que hoy está avaluada en casi un millón de dólares.

¿Qué hay de cierto y qué de ficción en el relato de Ronald Defeo Jr. que hablaba de voces en su cabeza que lo instigaron a cometer los crímenes? Nunca se sabrá a ciencia cierta ya que el hombre que en esa ya lejana madrugada asesinó a toda su familia, murió en marzo de 2021 en prisión, a los 72 años de edad.

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