18 de mayo de 2024

Búsqueda implacable: la lucha del padre de Nancy Mestre por encontrar al asesino de su hija

El padre de la joven, el arquitecto Martin Mestre, se convirtió en Policía y rastreó al asesino por todo el mundo. El jueves pasado, lo vio pasar esposado frente a él -rumbo a la cárcel, y agradeció a Dios, por darle fuerzas para alcanzar la justicia.

Por WILLIAM AHUMADA MAURY/ Especial para Hora en Punto

I

LA OPERACIÓN “PAcCTO”

El miércoles 23 de octubre del 2019, en un espacioso recinto de reuniones de la Interpol, en Buenos Aires, Argentina – imbuidos en un ambiente de enormes cortinas crema, lámparas colgantes de labrado en cristales europeos y el humo denso de tabacos cubanos – quedó echada la suerte del prófugo homicida colombiano Jaime Saade Cormane.

Se cumplía el tercer día de reuniones con delegados de la Interpol de doce países de América Latina, Europa y Estados Unidos, para elaborar 21 carpetas con los perfiles de los delincuentes más peligrosos de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Perú, España, Suiza y la unión americana.

La Interpol había programado una cumbre extensa y con objetivos de alto peso. La meta era, lanzar una red gigante y atraparlos a todos en un plazo de seis meses. Entre el 21 y el 25 de octubre decenas de policías de todo el mundo, con sus cabellos rigurosamente ordenados, chalecos ajustados de tonos grises y negros, gafas oscuras y hablar sombrío, se arremolinaban en la sede con expedientes de sus investigaciones más ambiciosas, bajo sus brazos. Todos esperando audiencias con los jefes de Interpol para exponer sus trabajos. Todos soñaban despiertos.

Ese miércoles –promediando las once de la mañana- los oficiales de la Policía colombiana, coroneles, Carlos Currea Barrera y Jorge Eduardo Serna, expusieron por cincuenta y cinco minutos detalles escabrosos del crimen de la joven Nancy Mariana Mestre Vargas, ocurrido el primero de enero de 1994, de manos del empresario magdalenense, Jaime Saade Cormane.

Utilizando video proyectores, documentación científica obtenida durante la investigación judicial y criminalística, fotografías y audios de seguimientos bajo cubierta, mensajes cifrados que circularon en Internet, llenaron de razones a la Interpol para que el nombre del prófugo Jaime Saade Cormane, fuera escrito dentro de los objetivos de más alto valor en la operación EL PAcCTO.

Los investigadores fueron audaces para dejar claro que no se trataba “de un homicidio por razones pasionales” como lo habían hecho saber influyentes versiones ajenas a esa reunión.

No fue fácil convencer a los directores mundiales de la Interpol. La operación El PAcCTO sólo seleccionó 21 casos. En esa cumbre se analizaron al menos 150 investigaciones de delitos ejecutados contra menores de edad, tráfico de drogas, homicidios, secuestros, y delitos sexuales.

La operación El PAcCTO –Programa de Asistencia Contra el Crimen Trasnacional Organizado- ya tenía una indagación previa de la Policía Nacional de Colombia y el apoyo incondicional de un padre de familia que en Barranquilla no halló la paz en su corazón desde el día del asesinato de su hija.

II 

LA ESPERANZA

Ciertamente, al norte de Barranquilla, en una oficina sitiada por promontorios de revistas, rollos amontonados de planos y maquetas por entregar, el arquitecto Martín Eduardo Mestre Yunes -atrapado bajo un chorro de luz blanca que se desprendía del techo- analizaba por enésima vez el boceto número 380, de su idea del proceso de envejecimiento del asesino de su hija, Jaime Saade Cormane, cuando lo sorprendió el timbre de su teléfono fijo.

Mestre, había dedicado los últimos 26 años de su vida a realizar una investigación motivada solo por el amor de padre y siguió por todo el mundo el rastro de Saade. Desde el día del crimen no halló sosiego. Sobrevivió, todo ese tiempo atrapado en una obsesión de justicia que lo llevó incluso a renunciar a los más importantes acontecimientos sociales y personales de su vida.  

Martín mira un recorte de diario en que se publicaba la tráfgica noticia sobre su hija (Foto Los Informantes)

Mestre daba los últimos toques al dibujo del Saade que imaginaba entre 60 y 65 años cuando el timbre de su teléfono lo sacó de concentración. El arquitecto dejó sobre el escritorio su lápiz color amarillo y caminó – refunfuñando-

“¿Quién sería a esta hora?” 

Era el coronel Carlos Currea Barrera, director nacional de la Interpol.

-Cuente mi coronel. Buenas tardes. Estoy ansioso a la espera de buenas noticias- contestó en tono abatido Mestre.

-Saludos señor Martín, hay un avance importantísimo en la investigación. El caso suyo fue expuesto en una cumbre de la Interpol en Buenos Aires, Argentina. Y le comento, los días de Saade Cormane como prófugo están contados. Desde hoy ese individuo hace parte de una lista de 21 asesinos que serán rastreados por Interpol a nivel mundial. ¡Vamos por él señor Martín! ¡La captura de este hombre es cuestión de días! –  dijo emocionado el oficial recién llegado al aeropuerto El Dorado de Bogotá.

El arquitecto se dejó caer extenuado sobre la silla giratoria de su escritorio. Después de cerrar la comunicación Mestre se dirigió a un rincón de su oficina, se arrodilló lentamente -como manejando con resignación su pesado cuerpo- y oró durante varios minutos, con el rostro compungido en un esfuerzo íntimo para comunicarse con Dios.

El arquitecto Martín Mestre, un hombre reconocido en Barranquilla por el brillo afable de su sonrisa, un dinamismo inagotable y una extraordinaria capacidad para hacer amigos, no olvida los detalles de las primeras horas de la madrugada de ese primero de enero de 1994, cuando la muerte se llevó el gran amor de su vida: su hija Nancy Mariana.

Jaime Saade y Nancy Mestre

III

RECUERDOS DE UNA TRAGEDIA

Cuenta Martín que el nombre de Jaime Saade Cormane había estado mencionándose en su hogar desde un mes atrás. Su esposa, Nancy Esther Vargas Jaraba, había comentado durante el almuerzo del 30 de diciembre que, Nancy Mariana con 18 años recién cumplidos, había anticipado que un amigo pasaría por ella “después de pitos”.

-Van a casa de la familia Malkùn donde harán un brindis y luego un asado para esperar el año nuevo. La niña se ganó ese permiso mijo- remató confiada la esposa del arquitecto.

Martín Mestre, parece anticiparse a la pregunta nuestra:

– ¿Cómo te puedo describir a mi hija? Nancy Mariana era la reina de la casa, una niña ordenada, cuidadosa, que tenía una risa explosiva, obediente y aplicada en los estudios. Había obtenido muy buenas notas en el Marymount por ello se había ganado el permiso para salir con sus amigos.

Mestre agregó:

-Por eso, no dudé en aceptar que el señor Saade llegara a mi casa a pedir oficialmente permiso para salir a pasear con ella. De ese muchacho, a la fecha, no teníamos quejas. Era un joven que sobresalía entre los demás chicos de la sociedad y no encontramos razones para negar el permiso –

Tras su primer relato, el arquitecto se desvanece bajo el peso abrumador de una andanada de recuerdos, que lo aplasta, y lo deja sin palabras por varios segundos.

 -El tipo que llegó a arrebatarme a mi hija era un hombre apuesto, trigueño, alto, bien vestido y perfumado. Nunca dejó de sonreír galantemente, mostró buenas maneras al presentarse. Dijo que iba a presentar a mi niña con sus padres. Debía tener más de treinta años, pero nos convenció que no pasaba de 21. Su nombre era conocido entre el círculo de amigas de Nancy Mariana. Eso sí, advertí que el permiso era hasta las 3 de la mañana. Recuerdo que al verlos salir a la terraza de mi casa, recomendé a Saade “Por favor cuídamela” y les hice la señal de la Bendición – rememora.

La pareja abordó una camioneta Chevrolet 1.500, modelo 93, de colores blanco marfil y negro, de placas EUM 643. Al timón, los esperaba uno de los mejores amigos de Jaime Saade, un joven identificado en la investigación como Víctor Tuirán Quintero, quien escuchaba música rock a alto volumen.

El arquitecto Mestre, quien para la época rondaba los 51 años, se fue a la cama con su esposa. Hablaron varios minutos con los rostros hundidos entre las almohadas, antes de sucumbir bajo el denso sedante de un sueño apacible, arrullados por el rumor lejano de pitos, totes, voladores, triquitraques, y la música promesera de año nuevo. Afuera, el barrio El Poblado estaba vestido de colores y arropado por el abrazo, perfumado y acogedor del whisky importado.

Repentinamente Martín despertó sobresaltado. Sentía que una fuerza desconocida le apretaba el cuello. Le faltaba el aire, saltó de la cama lanzando golpes, con las manos crispadas al frente.

– ¡Mija la niña! Gritó horrorizado. Miró el reloj: eran las 5:45 de la mañana. ¡No ha llegado la niña!… ¿Ya tú la recibiste? – preguntó a su mujer, con la tranquilidad destrozada por un mal presentimiento.

Mestre entró apresurado a la habitación de su hija y sintió caer en un abismo sin fondo al hallar la cama vacía. En La habitación contigua, su hijo mayor Martín Jr. dormía profundamente bajo los efectos de un sedante recomendado por un médico que le trataba una seria lesión deportiva en la rodilla izquierda. 

El arquitecto se cambió a prisa y abordó su vehículo y salió disparado a casa de un amigo de Nancy:

-El joven me dijo que Nancy y Jaime habían ido a la discoteca “Baja Beach”, ubicada a un lado de la autopista al mar. Llegué allí y había muchos jóvenes ebrios formando grupos numerosos en la puerta. El sobrecupo era impresionante.  Reconocí a un compañero de colegio de Nancy y lo llamé entre la concurrencia. El pelao me dijo que la pareja había ido a visitar a un amigo y de regreso irían a la casa de Jaime, en el sector de la calle 89 con la carrera 49C. Al llegar allí vi la camioneta de Saade estacionada en la puerta. La madre de Jaime –Emilia Cormane de Saade- estaba lavando la terraza con un chorro de agua y desinfectante. Se puso nerviosa al verme llegar. Hablaba con frases atropelladas- recuerda Martín Mestre, antes que sus palabras fueran bloqueadas por el nudo asfixiante del llanto y el dolor.

Después de respirar profundo y sorber un café, el arquitecto prosigue:

-Aproveché un descuido de la señora Emilia y entré corriendo al apartamento de Jaime. Estaba lleno de sangre por todos lados. ¿Qué pasó aquí? ¿Dónde está mi hija? pregunté angustiado a la señora. Ella me dijo que Nancy estaba en la clínica del Caribe porque había “tenido un pequeño accidente”- precisa el arquitecto, quien agregó, que, si bien, la camioneta de Saade estaba estacionada frente al apartamento, no vio al joven por ningún lado.

El atribulado padre llegó a la clínica del Caribe. Allí, frente a emergencias estaba Alberto Saade, el padre de Jaime, quien le informó que Nancy – estando con Jaime- se disparó a la cabeza, “en un repentino e incomprensible intento de suicidio”.

Martín Mestre obtuvo permiso para ver a su hija minutos antes que la ingresaran al quirófano.

-Tiene una herida de bala en la sien derecha, con salida por el espacio fronto-parietal del lado izquierdo. Está grave señor Martin, lo siento- dijo un médico al que Mestre interrogó.

-A mi hija la estaban aseando para la cirugía. Estaba desnuda, con los ojitos cerrados. Varios empleados de la clínica, hablando a la vez –pero sin enredarse- estaban a su alrededor se movían de manera sincronizada y rápida. ¡Sin tropezarse! Los funcionarios de urgencias habían preparado el quirófano y estaban a la espera que el neurocirujano Jaime Rubio Segura terminara con los protocolos para iniciar la cirugía – recordó con las manos cubriendo su cansado rostro.

Nancy en su época de primaria en el colegio. (Foto cedida por su padre)

-Cuando vi llegar al doctor Rubio Segura, ajustándose los guantes quirúrgicos lo detuve suavemente. Casi me arrodillo para pedirle que salvara a mi hija. Le propuse: yo soy amigo del doctor Humberto Caiafa Rivas y del médico neurocirujano Salvador Nazzar Caballero ¿Si usted quiere los llamo para que estén con usted? El doctor Rubio Segura me miró intrigado y me dijo “No se preocupe. Aquí hacemos lo posible por salvarla. Vaya y haga muchas oraciones que vamos a necesitar de Dios” Enseguida me dio la espalda y se metió a la sala de cirugía, con los brazos abiertos mientras una asistente la ajustaba la bata por la espalda –

El arquitecto dice que lo invadió un gran sentimiento de soledad. Al salir a la puerta de urgencias, ya Alberto Saade –el padre de Jaime- se había marchado. Jaime Saade, el joven adulador que horas antes había ido a pedir permiso para salir con Nancy, no apareció por ningún lado. ¡Más nunca dio la cara! Nancy, su esposa, llegó dando gritos a bordo de un taxi. Los dos se fundieron en un abrazo que pudo haber durado toda la mañana.

Seis horas después terminó la cirugía y el médico salió a hablar a los padres de Nancy Mariana. Dijo que habían hecho la obra que corresponde al hombre. “El resto es obra de Dios. Tenga fe que la niña se va a recuperar” le dijo y lo abrazó tiernamente. Iniciaron esos días en los que las personas pierden el carácter jovial y pensante de los seres vivientes y se convierten en zombis, que reacción tardíamente a las preguntas. Olvidan que deben alimentarse para vivir y suelen tener a Dios como único referente de sus cosas. La prensa nacional se unió alrededor del dolor de los Mestre- Vargas.

La sección de urgencias de la clínica se había convertido en un hervidero en el que confluían al tiempo policías, periodistas, curiosos, familiares de los esposos Mestre, abogados, fiscales y barranquilleros atrapados por los tentáculos candentes de la indignación.

-Todos llegaban bajo un árbol que Nancy y yo escogimos para pernoctar y estar pendientes de la salud de mi hija. Preguntaban ¿Qué saben de Jaime Saade? ¿Se presentó ante la justicia? ¿Usted como padre de familia lo va a perdonar? –

La noticia comenzó a ocupar la atención de los medios de prensa más importantes de la ciudad y el país. La familia Saade, de reconocida historia como empresarios y ganaderos de la Costa Atlántica, se apartó de la escena. No manifestaron ningún interés por la suerte de la joven herida y desatendieron ante las autoridades la responsabilidad de Jaime en los delicados hechos.

Martín Mestre, su señora, y el círculo cercano de su familia se convirtieron –sin pretenderlo- en parte de un paisaje silencioso y sombrío frente a la sede de urgencias de la Clínica del Caribe. Funcionarios de la clínica salían cada doce horas a entregar un reporte. Todos terminaban –rodeados por los periodistas- con el clamor: “rogamos al Señor por su pronta recuperación”.

El nueve de enero, poco antes del mediodía salió un médico con el tapabocas azul cielo recogido bajo la mandíbula y el rostro maltratado por el insomnio y el agotamiento. Leyó el comunicado final: Nancy Mariana, acababa de morir. Todos afuera de la clínica, incluyendo periodistas, policías, y gente del común, se fundieron en un solo llanto.

Los esposos Mestre dicen que el comunicado debía reseñar que el asesino había arrastrado a la muerte también a sus padres. Entonces el destino los empujó –sin previo aviso- a un mundo sórdido y sin sentido, que los obligaba a vivir sin deseos, a respirar sin pretenderlo, a ser una familia incompleta, sin la risa estruendosa de su hija.

IV

LA PROMESA

Dos días después del sepelio el mundo de Martín y su esposa Nancy, se redujo al encierro en su casa y en la búsqueda ansiosa de medicamentos para sobrevivir. Una tarde, al final de una oración por el alma de Nancy Mariana, Martín juró frente a su esposa que lucharía hasta lo último por lograr la captura del responsable:

“Sea quien sea”.

Martín Mestre Jr., el hermano de Nancy Mariana, se mudó por unos días a la casa del entrenador del Junior de Barranquilla Julio Avelino Comesaña, para pasar con los hijos del estratega uruguayo –sus grandes amigos- el trago amargo de la irremediable pérdida.

-Nuestros amigos llegaban a casa, silenciosos y respetuosos a presentarnos condolencias. Uno de ellos me recordó -mientras tomábamos café- que yo debía seguir un curso que habíamos iniciado como oficiales profesionales de las reservas en la Armada Nacional. Allí había muchos hombres decididos que dedicaban tiempo y esfuerzos para servir a nuestras fuerzas militares. Lo escuché y regresé decidido a mi curso. Meses después al finalizar solicité a mi coronel Vargas permiso para adelantar un curso de inteligencia y lo reforcé con otro de contrainteligencia. Entonces entendí que estaba listo para apoyar, con mi esfuerzo, a los investigadores que buscaban al asesino de mi hija.

¡Aquí todo cambió! ¡Llegué a convertirme en capitán de navío de la Armada Nacional de Colombia! –

Con el paso de los días las investigaciones comprometieron más a Jaime Saade Cormane. El silencio de la familia de Saade complicó al joven empresario. Cambió el sentido de las indagaciones, la fiscalía dejó de investigar un presunto suicidio y comenzó a indagar un homicidio:

Bocetos que dibujaba Martin Mestre tratando de dar con el paradero del asesino de su hija

-El Fiscal investigador Luis Felipe Colmenares Russo, me dijo que tenía pruebas que mi hija no se había suicidado como lo habían anticipado los Saade.  Nancy Mariana era diestra y tenía el “tatuaje” de pólvora (rastro que queda en la piel en alguien que dispara un arma de fuego) en la mano izquierda, y lo tenía más acentuado entre los dedos, de esa mano. Alguien que es derecho no se va a disparar a la sien derecha con la mano izquierda. Ella tiene ese tatuaje porque antepuso su mano izquierda frente al cañón del arma con la que alguien la amenazaba. El día de los hechos el arma –un revólver Llama Escorpio – fue hallada envuelto en una bermuda ensangrentada, debajo de la cama de Jaime Saade – detalló el arquitecto.

Los periodistas comenzaron a acompañar a diario a los investigadores. Poco después surgieron evidencias que la joven había sido violada –presumiblemente por más de una persona- y se reseñaron resultados de laboratorio clínico que indicaron que Nancy había sido drogada antes del asesinato. Hallaron muestras de cocaína en la orina y algunas pistas apuntaban a que la droga había sido suministrada vía oral. Frente a todos estos hallazgos en la investigación, nunca hubo reacción alguna por parte de la familia del joven acusado Jaime Saade Cormane.

La única intervención atribuida a Jaime Saade Cormane se dio después de catorce meses de la muerte de Nancy.

-Llegó al despacho del Juez investigador una carta –aparentemente escrita por Saade- en la que se disculpaba y solicitaba garantías para entregarse. Dijo que él no había asesinado a Nancy Mariana y -que en estos hechos- estaba vinculado un joven, hijo de una prestante familia de Barranquilla. Nunca se supo si él escribió esta carta- dijo un detective de la Fiscalía.

A lo largo del proceso dos abogados de prestigio asumieron la defensa de Jaime Saade, y poco después renunciaron. Al final, quedó como abogado defensor Orlando Redondo Guzmán, quien se afianzó en la tesis de la inocencia de Saade e intentó probar que en la escena del crimen tomó parte un joven, hijo de una poderosa familia barranquillera, que estaría siendo ignorado en la investigación.

La justicia no conoció otras intenciones de Jaime Saade para presentarse, a exponer su versión de los hechos criminosos. A finales de marzo de 1995 la Fiscal Segunda de la Unidad de Vida, Carmen Marina Collante, llamó a juicio a Jaime Saade. El 5 de julio de 1996 el Juez Once Penal del Circuito de Barranquilla –José Faustino Pareja Yee – condenó a 27 años de prisión a Jaime Saade Cormane, por el asesinato y asalto sexual en el que resultó victima Nancy Marian Mestre Vargas.

La contundente condena llenó de solaz a la familia Mestre Vargas, a sus allegados y amigos, pero también sumergió la investigación en una especie de letargo y enclaustramiento. El tiempo comenzó a aplastar los bríos iniciales del equipo de rastreadores. Las huellas de Jaime Saade, comenzaron a perderse en los laberintos del tiempo. Esto no dejaba dormir al padre de Nancy Mariana.

Entonces el arquitecto se convirtió en un visitante asiduo de las oficinas de los investigadores, tanto en la Interpol, como de la sede de inteligencia del antiguo departamento Administrativo de Seguridad –DAS- en Barranquilla.

-Me mantenía en contacto con los detectives. Los llamaba, almorzaba con ellos. Entregaba los dibujos de mi apreciación del proceso de envejecimiento de Saade. Cuando desapareció el DAS y la Interpol asumió los procesos internacionales viaje a Bogotá y me entreviste con el director Nacional de La Interpol. Los investigadores conocían mis ansias por ver llegar la justicia al caso de mi hija. A diario me las ingeniaba para hacer algo nuevo para la investigación – recalca.

Mestre se había disciplinado y dedicó religiosamente por lo menos cinco –o más- horas hábiles del día a buscar al asesino de su hija. Estuvo por horas caminando los clubes sociales que frecuentaba Saade. Mimetizado entre los estudiantes visitó las universidades donde el joven tenía a sus mejores amigos. Como vendedor ambulante llegó a casa de algunos familiares del sospechoso y supo que éste anduvo recogiendo dinero horas después del crimen. Muchas veces lo derribó el cansancio en algún parque, pero, con la camisa pegada a la piel por el sudor, repartía sentado, las fotos y los dibujos de Saade.

-Me enteré de que varios primos sacaron de dos bancos veinticinco millones de pesos y se los enviaron para financiar la salida de la ciudad. Pero ahí se perdían todas las pistas-

Y agregó:

-Hice copias de la foto que obtuve y comencé a mostrarla a los transeúntes, subía a los buses a repartirlas. Hablaba a los barranquilleros en las esquinas. Cuando decían “no lo hemos visto” sentía ser aplastado por un camión. Pegué la imagen del tipo en paraderos, avenidas, puertas de cines, estadios, y en los barrios frecuentados por Saade. Comenzaron a pasar las semanas, los meses y los años. Los investigadores hacían su trabajo, pero eran comisionados en otros crímenes y los expedientes de Nancy se ubicaban en el rincón de los casos “pendiente”. Me horrorizaba la idea que todos se olvidaran que un asesino con cara de niño bueno me había quitado a mi hija – se quejó.

V

EL CERCO

Esta obsesión por atrapar al asesino de Nancy Mariana tuvo su primera gran consecuencia en el seno del hogar del arquitecto. El hogar se fisuró y el arquitecto llegó a un acuerdo con la mujer de su vida, para disolver el matrimonio.

-Pasaron los primeros cinco años y me senté en mi despacho a ilustrar con un dibujo el proceso de envejecimiento del asesino de Nancy mariana. Lo dibujé de frente, de lado, con barbas, sin barbas, con gafas y sin éstas. Y volví a buscar a los investigadores para sumar esas fotos en los expedientes. Cada cuatro o cinco años hacia los dibujos del proceso de envejecimiento de Saade. Cierto día, año 2005, estando en un curso de inteligencia, un amigo me sugirió una idea. Estaba el internet en su furor y me dijo que pidiera ayuda en internet. Entonces lo planee y cree una página que titulé BUSCANDO AL ASESINO DE MI HIJA NANCY MARIANA.

La estrategia estalló como una granada en los círculos sociales de la ciudad. La gente comenzó a escribir al sitio y a suministrar abundante información:

En el sitio confluían ciudadanos, en conversaciones ácidas que expresaban frustración y rabia por el sujeto en fuga y muchos otros que entregaban pistas prometedoras. Una mujer se quejaba y exigía respeto cuando varios cibernautas suministraban los presuntos nombres de los jóvenes que estuvieron la noche del crimen en el apartamento de Saade.

-Había mucha información enviada para desviar la investigación. También había pistas equivocadas y algunos datos que me dejaron helado. Un ciudadano -cuya identidad omitimos- nos informó que Jaime Saade Cormane había salido de Barranquilla –dos días después de los hechos- y llegó a Brasil siete meses después. Allá vivía protegido por uno de sus hermanos – un médico oncólogo conocido como Jorge “El Mono” Saade – quien le había instalado negocios para mantener un hogar que había organizado y al que llegaron hijos – relató un investigador de la Interpol.

Un mes después de haber abierto el sitio web llegaron las primeras amenazas. Un ciudadano que decía estar siendo perjudicado porque el nombre de un familiar era constantemente mencionado por los cibernautas, demandó.

Tres jóvenes de nacionalidad colombiana, pero residentes en Bello Horizonte, intercambiaron mensajes mientras discutían a ese tal Enrique Dos Santos Abdala, era el mismo colombiano que había llegado a Brasil con identidad falsa. Otra persona, los hizo silenciar, pero no borraron los mensajes.

Las pistas más importantes, fueron enviadas a los investigadores de la Interpol. Mestre viajó por tercera vez a Bogotá y se entrevistó con el director de la Interpol. El tema de Brasil, fue analizado en reunión especial.

-Según la información proveniente de Brasil Jaime Saade –durante algún tiempo- adoptó los nombres de varias personas y se movía mucho en el medio de funcionarios de la salud: Finalmente adoptó el nombre de Enrique Dos Santos Abdala, y decía ser médico – precisó el investigador.

 El informante agregó una dirección en la ciudad de Belo Horizonte, y sitió a Saade Cormane en una cafetería, con el supuesto nombre de Dos Santos Abdala. El dato exacto establecía que Saade manejaba un negocio de lavandería para equipamiento quirúrgico y que llegaba a almorzar –todos los días- a esa cafetería de una ciudadela de salud en el centro de Belo Horizonte.

-Entonces, el coronel Carlos Currea Barrera, jefe de la Interpol Colombia, se comunicó con Bruno Samezina director Nacional de Interpol, Brasil. Le envió una carpeta con los avances de la investigación iniciada en Barranquilla.  Samezina comisionó a Renato Matsem, comisario regional de investigaciones de la Policía Federal de Minas de Geraís, para rastrear la pista. Matsem organizó un equipo que se mimetizó entre la población de médicos y empleados de clínicas y hospitales que invadían como abejas la cafetería todos los mediodías. Durante las observaciones bajo cubierta se interesaron –en particular- por el comensal de la mesa número 17. Confrontaron las facciones con los dibujos que había elaborado el arquitecto Mestre después del asesinato de su hija. Ese parecía ser nuestro hombre – detalló el investigador.

-Una tarde de principios de octubre los detectives esperaron que Saade terminara su almuerzo con dos jóvenes mujeres –al parecer sus empleadas- y, se tomaron la mesa número 17 antes que llegaran los encargados del aseo. Embalaron un vaso en el que habían quedado impresas las huellas dactilares del sospechoso. Lo sometieron a análisis de laboratorio y confrontaron los registros con las huellas enviadas por Interpol Colombia… ¡Bingo!

VI

JUSTICIA PARA NANCY

Los detectives de Minas de Gerais regresaron repetidas veces -disfrazados de enfermeros- a la cafetería y pudieron fotografiar y captar en video a Saade en su ambiente laboral. Constataron sus amistades, los movimientos bancarios. Lo siguieron bajo cubierta y obtuvieron la dirección de su domicilio. Confirmaron la frialdad con la que este hombre había adoptado una nueva vida en el país Carioca. Saade tenía una vida agitada en las redes sociales y era especialmente dinámico en Facebook, en donde estaba registrado con su identidad falsa, pero tenía muchos contactos con la familia Saade de Colombia y el mundo.

-Vivía en un condominio de clase media en Belo Horizonte. Había estado casado con Carolina Rassi Machado y tuvo tres hijos brasileños, todos mayores de edad. Los informes recopilados en la abultada carpeta motivaron al coronel Carlos Currea Barrera a presentar el caso en la cumbre de la Interpol en Buenos Aires Argentina, para dar carácter especial al proceso de captura del individuo- dice el expediente.

El asesino Jaime Saade, capturado de vuelta a Colombia.

Al ser aprobado el caso, se desplomaron los estantes de Saade en Belo Horizonte. El Comisario Regional de Investigaciones de la Policía Federal en Minas de Gerais, Renato Augusto Matsem, obtuvo la documentación de la Policía de Colombia y fue comisionado para dar el golpe definitivo.

La prensa de Belo Horizonte dice que se ejecutó un operativo con cuidados especiales dado que se tenía conocimiento que Saade padecía quebrantos de salud:

-No se resistió, ni negó nada. Sólo se manifestó sorprendido porque lo encontramos después de mucho tiempo- dijo el comisario Matsem a la prensa del mundo.

Entre tanto y tras ser capturado en Brasil, se tienen noticias de Saade en Barranquilla. Desde el lunes 13 de julio comenzó a circular por los medios de comunicación de Barranquilla y del país, una carta atribuida a Jaime Saade Cormane. En el texto, Saade reafirma la versión del suicidio y no menciona la presencia de una tercera persona en el sitio de los acontecimientos –como lo había reseñado su abogado en la defensa-.

Dice que recogió a Nancy Mariana a las 10:30 de la noche del 31 de diciembre de 1993 y que pasaron “Los pitos” juntos. Asegura que huyó porque “no se sentía preparado para enfrentar la situación” y “esperaba que Nancy Mariana se recuperara para que contara lo sucedido”.

La razón por la que huyó el día de los acontecimientos es la siguiente:

Escuché afuera unos gritos del papá de Nancy llamándome ofuscado y entré en pánico. Debido a eso salí por el techo de la casa a la calle. Paré un taxi y fui para Aracataca. Al día siguiente regresé a Barranquilla queriendo resolver la situación. Al darme cuenta que las cosas estaban muy complicadas para mi resolví irme porque yo no iba a pagar por lo que no hice (SIC) y me fui para Bogotá para un hotel.”

La carta ofendió a Martín. Lo llevó a replicar:

“Intenta (Saade) mancillar el buen nombre de una muchacha que ultrajó sexualmente él con alguien o algunos más, con acceso carnal violento, le maltrataron sus partes íntimas, maltrataron su cuerpo con golpes y arañazos, la asesinó con un disparo en la sien derecha, la montaron desnuda envuelta en una sábana al platón de una camioneta como cualquier animal, intentaron botarla en un terreno abandonado. En efecto, la investigación dice que Saade subió a mi hija en el plato de la camioneta y trató de tirarla en las afueras de la ciudad, pero vio que estaba viva y regresó. La dejó en la clínica y se fue a su apartamento, dejando el carro tirado”.

Ahora, mucho más sosegado, tranquilo y dedicado a sus actividades personales Martín Mestre espera la deportación de Jaime Saade a Colombia, para que pagué la condena impuesta:

“Cuando lo vea no voy a pedirle nada. Sólo quiero mirarlo a los ojos y hacerle saber que –por mucho que corrió- no podía escapar de la justicia. No lo perdono, que busque el perdón con Dios, que Él lo confiera. Acá lo estamos esperando”, se adelantó nuevamente.

Y todo eso -que Mestre tanto había pedido a Dios en sus oraciones- ocurrió. Después de un arduo tramite diplomático, finalmente se autorizó la deportación del criminal Jaime Saade a Colombia, cuando faltaba poco para ser dejado en libertad en Brasil.

El vuelo que trajo a Jaime Saade Cormane, de regreso a Barranquilla, tocó pista en el aeropuerto Ernesto Cortissoz, a las 6:25 de la tarde del jueves 11 de abril, 30 años después del crimen de Nancy Mariana.

Ahí estaba Martin Mestre, confundido entre la multitud que gritaba improperios y abrió camino al asesino. Saade llevaba las manos esposadas al frente, con la mirada clavada contra el piso del muelle nacional. Martin estaba siendo sostenido por dos familiares…Pero no hizo ningún movimiento en su contra. Solo lo miró fijamente a los ojos, tal vez evocando las tres largas décadas de sufrimientro, de trasnochos, de penurias, de pesadillas, y dando un paso al frente le gritó a Jaime Saade, el asesino de su hija: ”te lo dije. No podrías nunca escapar de la fuerza del amor de un padre…”

Y sintiendo un hálito de brisa fresca recorriendo su alma por la satisfacción de haber cumplido su promesa, vio salir a aquel que hace treinta años le arrebató su más preciado tesoro, caminando lentamente hacia la cárcel.

Martín, por fin, pudo cumplir su promesa de padre.

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