POR NATALIA RENGIFO Y VALENTINA NUÑEZ*
La duda existencial que más ha rebotado de moral en moral desde la creación de la humanidad es “¿Cómo algo que es tan estruendosamente placentero pueda ser tan prohibido al mismo tiempo?” Sí, el sexo ¡Pero no se alarmen! Digo, porque aún en pleno siglo XXI se vive con la mojigatería de que placer es algo que merece castigo.
No hay nada más satisfactorio que disfrutar tu sexualidad sin sentir el peso del juicio, pero, aunque creamos que estar en el 2021 implica un pensamiento actualizado, estamos equivocados, porque hasta la fecha existen tabús sobre lo rico, satisfactorio y el goce pleno, y no solo con el sexo, porque es algo que cada vez se normaliza más en esta sociedad, sino con las fantasías, porque recordemos que el sexo no es solo la penetración, también es estimulación. Así que dejando de lado esta mojigatería, decidimos ponernos en la tarea de atravesar esa barrera de lo “prohibido” para sumergirnos en el deslumbrante mundo del placer, las Sex Shops, junto a Vero quien jamás en su vida sexual activa se había atrevido a entrar a una y descubrir un espacio entero de posibilidades.
Los primeros rayos del sol que se deslizan entre las piernas de Vero son tan candentes como la llama del deseo que la consume. El reloj apenas marca las 7 a.m. y ya siente la necesidad de amortiguar la pasión vivaz que recorre su interior, pero apagándola por el miedo del juicio y el señalamiento de entrar a una Sex Shop, así que agarra su celular y envía un mensaje “Seguro cuando entremos nos quedarán mirando todos, ya no quiero ir, porque ¿Qué irán a pensar de mí?”.
Con la velocidad de una estrella fugaz se pueden apagar las pasiones si las limitamos, y la muestra es el temor que la cohibía. Dos horas después de aquel mensaje pasamos por Vero para llegar a nuestro lugar de destino.
Las Sex Shops son un centro de estigma para aquellos que aún no reconocen que la sexualidad no es un ataque directo, ni razón para juzgar la dignidad de una persona, porque, aunque lo nieguen, a todos les gusta el sexo, solo se hacen los ofendidos cuando escuchan la palabra, especialmente nuestras abuelas y bisabuelas que tuvieron hasta 10 hijos, ¿Será que los hicieron jugando a ‘arroz con leche’? Seguro si alguna nos ve entrando a esta tienda, enloquece… pero aquí vamos directo a nuestra parada, lidiando con Vero y haciéndole entender que no es un pecado querer explorar nuevas cosas que le permitan generar placer.
Pequeños, grandes, grandísimos, blancas, negras, azules, moradas, de fresa, chocolate, vainilla, manuales, automáticas, con aplicaciones web, con electricidad, de conejita, policía, doctora, en agua, en aceite, en crema, gel, fríos, calientes. Los ojos se desviaban en cada artículo, no has dejado de ver uno cuando ya tu atención la captó otro; en este lugar siempre te deslumbras porque cada vez encuentras algo diferente. Mejor dicho, en una Sex Shop hay de todo y para todos, y uno limitándose a lo mismo de siempre.
Al cruzar la puerta nos recibe el vendedor Marc, un hombre alto, acuerpado, con una polo ajustada y una mirada que inspira confianza porque transmite ser alguien profesional que sabe lo que hace y se lo disfruta.
– ¡Bienvenidas! ¿En qué las ayudo? – Dice Marc con voz gruesa – ¿Buscan algo?
Entre las candentes paredes rojas y los miles de dildos y vibradores señalándonos, la imaginación vuela automáticamente, y Marc para hacer sentir cómoda a Vero, comienza a hablar de los productos, así que fluye una conversación con él sobre los placeres, la estimulación, su vida personal, pero, ante todo, lo beneficioso que es una Sex Shop y los productos que ofrece.
Lleva seis años trabajando en este fascinante mundo, así que no cambia la experiencia de trabajar ahí por nada. Dice que aprende de su vida sexual y la disfruta al máximo, sin embargo, aunque para él no es un tabú, nos comenta que la costa es la región en donde más se ve este rechazo a las tiendas sexuales.
En ciudades como Medellín, Bogotá o Cali, las personas son más abiertas mentalmente a acudir a estos productos para el disfrute pleno. Al ingresar a una Sex Shop – Que en su gran mayoría son mujeres – Sienten el cosquilleo de la felicidad por tantas posibilidades; justo esto causa que las personas sientan vergüenza de sus fantasías y transmiten una actitud de bochorno y sonrojo, así que ponen una barrera de cartón, suave y fácil de tumbar, porque lo que realmente desean es que el asesor la rompa, por supuesto, a la barrera de cartón, y Marc es un experto en estos temas… Sabe cómo abordarlos para cambiar esa mentalidad.
EL DATO
Realmente el problema no es con las mujeres, ellas son un poco más lanzadas cuando ingresan a este lugar, tienen más picardía y van decididas a encontrar ese producto que les permita llegar al clímax, de hecho, el 80% de los clientes son mujeres, el otro 20% son hombres.
-Los hombres siempre entran más penosos – Marc mira a la puerta porque parece que se acerca un cliente, pero continúa hablando – …e incluso a veces llegan hasta agresivos, porque su pena los lleva a ese tipo de comportamiento, pero uno con la experiencia de saber manejar a los clientes, los guía para que se relajen.
Aunque los hombres son más sexuales, o bueno, eso dicen las malas lenguas, al parecer son los más mojigatos. Parece que les tuvieran miedo a estas tiendas ¿O será que tienen una masculinidad frágil y sienten miedo de que piensen que van a comprar un dildo para ellos y no para una mujer? Algo que realmente no es común, porque Marc nos cuenta que el público que menos entra a este establecimiento son los gays. ¡Sorpresa! La gran mayoría de personas pensaban que ellos eran los que más venían a este lugar, y la verdad es que no representan ni el 10%
En medio de la conversación que fluía sin necesidad de lubricantes – que, por cierto, sirven para estimular y dejar fluir el sexo – Ingresa un hombre de 65 años, alto, calvo, grueso vestido de camisa a rayas, jean a la moda y tenis. Verónica sintió tanta vergüenza que se quería salir de la tienda “Es tan viejo que podría ser mi abuelo ¡Quiero salir!” pero Marc le dijo que se quedara.
Este hombre, al que llamaremos Felo, no se sintió intimidado con nuestra presencia, al contrario, parecía estar ya muy familiarizado con estas tiendas y se dirige al asesor con tanta confianza que su saludo lo confirma: “¿Hey, como es que se llama el juguetico ese de Bluetooth, el que se maneja con la aplicación?”. Vero se cubre el rostro con el cabello y nos movimos a la sección de disfraces. Felo hacía contacto visual con nosotras, cero intimidado, quizá deseando pedir el número de alguna, así que le pregunta a Marc quiénes somos, pero no nos dirige la palabra a nosotras.
“¡Me lo quiero llevar todoooo!” dijo Felo con voz de emoción ¿Será que también se refería a nosotras? Quién sabe. Lubricantes y Lovense Lush 3 fueron los productos que se llevó este hombre, que antes de irse, mantuvo sus ojos fijos en nosotras. Yo le seguí también le seguí la mirada: a mí no me intimidaba su presencia. El asesor nos cuenta que no todos los clientes son así, sino que este personaje viene constantemente a esta tienda y siempre se lleva compras de precios altos. Es–según el asesor de la tienda– uno de los hombres más ricos de Barranquilla, pero por protocolos de confidencialidad no pudimos saber su nombre.
La entrada de Felo nos abrió la puerta a un punto íntimo. Le preguntamos a Marc si es frecuente que los clientes de las Sex Shop le hagan propuestas “indecentes” a los asesores; él suelta una risa pícara y se le achinan los ojos ¿En qué habrá pensado? O mejor aún ¿Será que accedió? Después de pensar, nos cuenta que la que más se repite es la de esposos pidiéndole que se acuesten con sus mujeres, porque tienen la fantasía de verlas teniendo sexo con otro hombre. Definitivamente aquí se ve de todo, porque lo que importa es el placer y el sexo ¡La moral que espere en la puerta!
Vero miraba con mucha curiosidad el Satisfyer, quizá era deseo combinado con la vergüenza de pedir que le hablaran de él, pero muy astuto Marc que se conoce cada expresión, se le acerca y sutilmente le comienza a hablar del producto
-Ahorita el Satisfyer Pro2 es el más vendido – Saca el producto de la caja y se lo entrega a ella – Trabaja la estimulación clitorial, porque los orgasmos no son por la penetración y eso creen muchas mujeres.
Analizando cada aspecto, nos damos cuenta que parte del éxito de estas tiendas se centra en los asesores que la atienden, así que, si ellos no tienen la capacidad de persuadir y transmitir confianza, el cliente se verá intimidado y no se irá con ningún producto por el miedo.
Muchas personas se mantienen en que lo mejor de las Sex Shop es que les permiten explorar su sexualidad y satisfacer los deseos más profundos, les deja traer a la realidad esos fetiches que pensaban que no eran posibles, por ejemplo, experimentar con dildos de hasta 30cm, que en un hombre no es usual encontrarlo en cada esquina. Usar estos tamaños es pasar del placer al dolor, pero hay personas que encuentran la satisfacción en aquello que les duele, como el maltrato físico.
Los ojos se colapsan de tantos productos, no sabes cuál ver primero, si los dildos o los vibradores – Que, por cierto, son diferentes. Con los dildos debes hacer movimientos manuales cuando los introduces, por el contrario, los vibradores son automáticos – La combinación del rojo con el negro te hace sentir en el lado oscuro de tus deseos, y los sillones de decoración te ponen a imaginar cómo sería usarlos ¡Todo aquí es perfecto! Las Sex Shop son una creación que te invita a conocerte.
-Estos juguetes permiten que tu vida sexual mejore, que tu relación de pareja sea exquisita – Menciona Marc mientras empacaba un dildo de 40 centímetros – El beneficio más grande de las Sex Shop es que te permiten salir de la rutina y experimentar cosas nuevas, te dejan unirte con tu pareja y conocer los placeres del otro.
Nos dirigimos a la zona de vibradores para conocer cada uno de ellos, y justo en ese instante, Vero se quitó el disfraz de la mojigatería y el juicio, y le pidió a Marc que le empacara el Satifyer Pro2, sin tabús, sin penas y sin vergüenza. Con una sonrisa en la cara y dijo que tenía ansias de comprobar las maravillas que tanto hablan.
Después de observar cada producto que esta tienda nos ofrece, nos quedó más que claro que el peor enemigo del placer son las malas lenguas – Pero literalmente, porque dicen por ahí que las buenas lenguas realmente van a favor –, y que a esta sociedad le falta dejar el temor al juicio de lado y sumergirse en lo rico del disfrute.
Al finalizar la fluida conversación, Vero agarró su bolsa y salió con toda la seguridad del mundo, dejó el miedo y entendió que, al entrar a esta Sex Shop ,realmente nadie la estaba criticando, eran sus propios prejuicios los que la hacían sentir las miradas encima de ella, causando una vergüenza que la cohibía del disfrute que tanto deseaba, pero desde hoy, el sexo ya no es un tabú en su vida, y mucho menos disfrutarlo y explorarlo con todo lo que ofrecen estas tiendas.
* NATALIA RENGIFO Y VALENTINA NUÑEZ son estudiantes de la asignatura de Crónica del Programa de Comunicación Social Periodismo de la Universidad Autónoma del Caribe.
Tienes que leer
7 preguntas sobre Ana Frank, la autora del diario más famoso del mundo
El niño que rompió una vasija de 3.500 años de antigüedad en un museo de Israel
Universidades en Colombia: ¿transformarse o desaparecer?