18 de mayo de 2024

Usiacurí: tejida con palma de iraca

El Pesebre del Atlántico, apodo que recibe este pueblo, fue declarado este año como el primer municipio sostenible del departamento; lo que da cuenta del arduo esfuerzo por exaltar la tradición. Solo 13 municipios en el país le han otorgado este reconocimiento.

Por: Laudith Jiménez Peña y Álvaro Ortiz Cera,

Especial para HORA EN PUNTO.

Con subidas, bajadas y jardines verdes inclinados, así recibe Usiacurí, un hermoso rincón atlanticense, a sus visitantes. Este pequeño pueblo al oeste del departamento, con 103 Km2 de extensión total de territorio, esconde inmensas riquezas culturales, ancestrales, poéticas y hasta medicinales.

-Cinco razones para venir a Usiacurí –increpa Bienvenido Zárate a los turistas a los que les sale al paso – sus artesanías, su aspecto geográfico, su gente, sus aguas minero medicinales y su casa museo – recita, resumiendo la esencia de este territorio de herencia Mokaná y Káamash-Hu.

Solo 0,3 Km2 de su territorio es área urbana, sin embargo, esos cuantos kilómetros son suficientes para elaborar, con todo un tejido sofisticado, como sus tan populares artesanías en palma de iraca, toda una historia que la ha catapultado en el escenario regional, nacional e internacional. Pero, ¿Cómo puede un pequeño rincón del Atlántico de solo 11 mil habitantes ser toda una celebridad alrededor del mundo?

Artesanos exhiben sus obras de arte hechas en palma de iraca.

Esta pregunta muchos se la hacen al notar como plácidamente mujeres y hombres sentados en el vaivén de sus mecedoras “cogiendo fresco”, como ellos mismos dicen, tejen con pasión y con una aguja punta roma pulsos, carteras, individuales, cestos, cofres, canastas para huevos, aretes; en fin, todo lo que con una iraca puedan fabricar. No hay límites cuando de artesanías para los usiacureños se trata.

Sus artesanías tejen un legado

– ¡Artesanías a la orden! – grita una mujer a los turistas mientras teje. Así como ella hay centenares de artesanos que en improvisadas vitrinas y estantes exponen sus obras hechas a pulso. No es un arcoíris, no, son las artesanías que, coloridas, embellecen el sitio.

Actualmente, el 88% de las familias del pueblo, y quienes trabajan en la misma vivienda, se dedican a la artesanía; el 93% realiza todas las fases de la fabricación de costales, representando este oficio su principal sustento, y el 7% restante lleva a cabo exclusivamente el proceso del hilado, según un informe de Artesanías de Colombia. Solo basta con caminar por sus calles, mirar a una acera y a la otra, para darse cuenta que esas cifras no mienten. Hombres y mujeres de todas las edades se sientan frente a sus casas a hilar y darle forma, de esta manera, a lo que será, tal vez un bolso o un cesto.

Muchos de sus visitantes aprovechan la altura de la Iglesia para posar y tomarse fotos teniendo como fondo el hermoso paisaje del puelo.

Deisis Manotas es una mujer de estrato bajo residente del barrio Carrizal, uno de los puntos más altos de Usiacurí, lugar perfecto para disfrutar del mirador que allí se aloja. Está sentada en el borde de su terraza y, como buena usiacureña, teje una parte de lo que será un bolso tradicional, pues este no será tinturado como en otras ocasiones sucede. “Desafortunadamente no nos da para todo lo que necesitamos”, afirma resignada, sin dejar a un lado su aguja; elabora cada día diez monederos para sólo ganar diez mil pesos y así poder comprar su sustento. “Los vendo a un precio que, varía según el diseño, obviamente, cerca al museo lo duplican y de esa misma forma los que lo exportan triplican su valor inicial”.

Así como Deisis, son decenas los artesanos que viven esta incertidumbre de que no les paguen el precio justo por lo que sus fervorosas manos labran.  A Jaime Zapata Rivera, un barranquillero que hace 60 años llegó a estas tierras, no le gusta para nada la situación por la que atraviesan los artesanos. “Quien está colocando por el suelo a nuestro país es nuestro hijueputa gobierno”, sentencia airado.

La imponente iglesia de Usiacurí, monumento que recibe al visitante apenas llega al pueblo.

Sus manos las extiende por la impotencia que le ocasiona esta ironía de que las artesanías hayan sido expuestas y lucidas por personalidades como Silvia Tcherassi o Ivanka Trump, la hija del presidente Donald Trump, que en su última visita a Colombia, lució un bolso elaborado en Usiacurí; un diseño llamado ‘la pajarera’, por su peculiar forma, donado por artesanos del pueblo y sean vendidas a precios altos, pero quienes sudan día a día, viajan 44 kilómetros hasta Barranquilla  y se “puyan las manos con las agujas”, como lo dice Manotas, sea una miseria lo que se les pague.

Sus aguas minero medicinales

Este recodo caribeño también es conocido por sus aguas minero medicinales. Quien las hizo famosa fue nada menos que Julio Flórez, el poeta chiquinquireño que un día en Panamá un barranquillero, “de esos que nunca falta”, le recomendó que llegara hasta Usiacurí, porque sus aguas le curarían la gastritis que desde hace tiempo venía aquejando al poeta.

Nueva vía habilitada para llegar al Mirador

Son exactamente 28 pozos de agua de este tipo con las que cuenta Usiacurí. Los lugareños ya sabían de que el agua que emanaba de su suelo no eran como cualquiera y despertó la curiosidad a más de uno, tanto así, que estas aguas llegaron hasta Cleveland, Estados Unidos para ser objeto de estudio en el siglo XIX por un doctor analista y médico consultor. Francisco Javier Cisneros, el mismo que le dio vida a la iglesia, es quien en una carta, enviada a Ramón Urueta, da cuenta de esos estudios a dos pozos, en el cual son hallados 8 componentes distintos.

Son pozos que, con el paso del tiempo, han sido restaurados. Ahora lucen esculpidos en piedras que perfectamente encajan una con otra; alcanzan una profundidad máxima de 4 metros y un diámetro aproximado de 2. Cada uno lleva un nombre, enmarcado en madera a cada lado de los pozos, donde además de su nombre específica cuántos componentes tiene y qué cura, si, qué cura, porque cientos han sido los testimonios, de los cerca de 40 mil turistas que anualmente visitan este pueblo en busca de una solución a sus patologías; los que alzan la voz y alardean de su impecable efectividad.

Pozos de aguas medicinales: uno de sus atractivos.-

Solo 7 lugares en el mundo poseen este tipo de agua que puede llegar a tener hasta 28 componentes minerales. Usiacurí fue el primer expendedor de agua con gas en el país en 1920 gracias al señor Luis Felipe Santo Domingo y por esa expansión económica el 7 de diciembre de 1947 se convirtió en el primer municipio en tener luz eléctrica en todo el Departamento del Atlántico.

El Italiano es el pozo donde Flórez se quitó de encima una enfermedad que lo agobiaba desde hacía mucho tiempo. Pero también está El Higuerón, San Rafael o Los Mellos por mencionar algunos. Estos últimos son los más grandes y están ubicados no muy lejos de la casa museo, llamados así porque uno está al lado del otro, solo 50 centímetros los separan.

Cuando Julio Flórez llegó a tierras usiacureñas por allá en el año 1909 se enamoró de una colegiala de 14 años de edad, Petrona, con quien comenzó un idilio, quedándose a vivir en este sitio por el resto de su vida.  Llevó una vida hogareña, al lado de su esposa y sus cinco hijos: Cielo, León Julio, Divina, Lira y Hugo Flórez Moreno.

Así como se enamoró perdidamente de Petrona, también fue su amor hacia esta tierra que fue su cura no solo para su gastritis, sino también para su soledad. Tanto fue su afecto de este ilustre poeta, que le escribió un poema que por nombre lleva: En Usiacurí, donde solo se recitan versos de agradecimiento a este pueblo que le cedió un espacio en donde vivir.

Sin duda es «El pesebre» del Atlántico

Hasta su muerte este caballero de la literatura vivió y sigue viviendo en este municipio. En su testamento lo dejó muy claro, “… si me toca morir en Usiacurí prohíbo terminantemente que mis despojos sean transportados a Barranquilla o a otra parte” sentenció, en su última petición. Incluso específico “… solo aspiro y deseo que se ponga como única inscripción en mi tumba “JULIO FLÓREZ COLOMBIANO”, es mi voluntad inquebrantable que mi cadáver sea enterrado en el altozano en frente de mi casa habitación dividiéndolo en dos, por medio de una verja de hierro”. Fue escuchado y así reposa hasta el día de hoy en la que por más de 14 años fue su morada, actualmente convertida en un museo en el que el protagonista es Julio Flórez Colombiano.

Cada casa es una fábrica y un almacen para ventas.

Una desesperanza trajo a esta municipalidad a Julio, sin embargo, toda una vida quedaría grabada en Usiacurí.

¿Cómo llegar?

Para dirigirse a Usiacurí desde la ciudad de Barranquilla se puede tomar un bus que pase por el municipio de Galapa, Sabanarlarga, Baranoa o directamente uno que vaya hacia el municipio, que salga del Centro de la ciudad capital del departamento. Los precios de los pasajes oscilan entre los $2.000 y $5.000 pesos colombianos.

Al llegar se encuentra una impresionante vista desde la icónica iglesia de Santo Domingo de Guzmán rodeada de palmeras, corales y trinitarias, esta abarca visualmente todo el municipio; desde allí se alcanza a ver Piojó, el corregimiento de Sabanalarga Isabel López y El Embalse del Guajaro en La Peña,  así como el Sagrado Corazón, también conocido por los habitantes como “el santo cachón”, donde se realizan actos religiosos y los cuatro días de jolgorio y corraleja en las fiestas de su patrona la Virgen del Tránsito. Este templo fue construido en el año 1896 el 4 de agosto por el cubano Francisco Javier Cisneros, el cual también construyó el emblemático puerto de Puerto Colombia.

Entrada a la casa museo Julio Flórez

Lazos hechos por Iraca

Aquí todos somos tan unidos que nos motivamos unos a otros para poder terminar de construir la calle, las mujeres cocinan mientras los señores y jóvenes trabajan a pleno sol. Todo sea por tener mejores condiciones”, comenta la señora Deisis.

Los descendientes de la etnia Káamash-Hu del Caribe, indígenas que se comunicaban mediante la lengua Uruk, descubiertos por el español Francisco Cesar y conquistados por Pedro de Heredia, durante los años 1530, han conservado sus tradiciones, pues desde hace más de 15 años en esta población no se presentan homicidios, ni riñas que terminen en consecuencias fatales.

Las familias, vecinos y conocidos velan siempre por el bienestar de la comunidad, es por esto que no desaprovecharon la propuesta que les hizo la alcaldía de colaborarles con materiales para que ellos mismos se dieran a la laboriosa tarea de hacer la obra. Tanto mujeres como hombres contribuyen en la misma medida, las mujeres hacen actividades como petos, sopas o rifas y los hombres además de su trabajo de agricultores sacan espacio y se dedican en un esfuerzo mancomunado a la pavimentación de sus calles.

Los lazos son tan fuertes no son capaces de denunciar el consumo de drogas que se presenta en los jóvenes, “lo que queremos es que se capacite a los jóvenes para que no siga sucediendo”, manifiesta Deisis Manotas.

La herencia ancestral que los habitantes de este mágico lugar tienen merece ser valorada, reconocida y respetada, por este motivo que los nuevos dirigentes que administrarán los recursos, deben saber gobernar con sabiduría, porque como nos dice el himno: “Un futuro de gloria te espera, adelante ¡la meta es triunfar!”. O al menos, den respuesta a las quejas de los habitantes que muchas veces tocan la puerta de la administración y solo se encuentran con un escritorio desierto.

En El Pesebre del Atlántico se encuentra encumbrado una inmensa riqueza cultural. Ir a este pueblo en sumergirse en un territorio administrado por sus aguas, dirigido por su pacifica población y gobernado por sus artesanías. Su cultura es un entramado tan complejo como el tejido de sus cestos, con más dichas que desdichas. Cada trenzada es un paso adelante en la escala del progreso y el acabado final es una huella colombiana, atlanticense, pero sobre todo usiacureña. Artesanos de fe y tradición, cuyas obras exaltan el nombre, la constancia, el trabajo y el tesón que hacen de Usiacurí un tejido con palma de iraca.

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