23 de abril de 2024

Santa Lucía: la tierra prometida del Son de Negro

Por KENNY ROMAÑA Y MELANIE QUIROZ*, especial para HORA EN PUNTO

Mientras que el son de guacharaca, caja y acordeón  retumba en rincones y callejones, de alguna ventana sale la melodía de una vieja balada setentera que alguien  tararea desafinado. Las terrazas de las casas parecen espacios comunales ya que todos se pasean de una a otra y a simple vista es imposible descifrar quien, realmente, es el dueño de la vivienda.

En Santa Lucía, un municipio situado en la parte sur del departamento del Atlántico y a la derecha del Canal del Dique, cercano a Manatí, Campo de la Cruz, Suán y Candelaria, las calles polvorientas emanan vapor, como si este pequeño pueblo a orillas del Magdalena, fuera un horno de temperaturas inclementes. Las mujeres se abanican con lo que encuentran a la mano, mientras los más precavidos buscan resguardarse bajo la sombra protectora de un árbol legendario.

Pero para Gladys, una morena de cabello corto vestida con una  bata guajira, el agobiante calor no era impedimento para que siguiera al pie de la brasa en el que freía con destreza  de arencas y barbules pequeños, que a diario son pescados en el municipio.

Un solo vistazo basta para comprender que la arquitectura antigua de Santa Lucía se mantiene intacta, lo que hace resaltar las edificaciones  modernas de un colegio y un centro hospitalario  que generan un curioso contraste entre lo antiguo y lo moderno.

Iglesia de Santa Lucía

El pueblo tiene pocas calles pavimentadas. Y sobre la arena que representan la mayoría de sus vías secundarias, un grupo de niños a pie descalzo corretean alborozados detrás de una  desgastada pelota de fútbol.

La historia de Santa Lucía está ligada estrechamente a lo que hoy conocemos como el Canal del Dique que, primero fue mar, después  desembocadura del río Magdalena y por último un canal. Su nacimiento  se remonta  al siglo XVI, gracias al duro trabajo de indígenas y esclavos que bajo las órdenes de los colonizadores españoles, construyeron el canal que hoy, siglos más tarde, representa un símbolo de gran importancia para los pueblos que lo rodean, y además, es el pilar de la economía de los Santalucenses.

En Santa Lucía nadie olvida. Imposible olvidar lo ocurrido en  2010 cuando se abrió un boquete en el Canal del Dique –desastre que ya había sido anunciado—que dejó a la mayoría de sus edificaciones literalmente debajo de las aguas lo que representó enormes pérdidas de la que aún, muchos no se han podido recuperar.

En medio de la angustia de perderlo todo, algunos tuvieron tiempo para sacar sus cosas e irse  del pueblo por un tiempo. Otros, como  buenos herederos de su esencia se concentraron grupos improvisando cambuches, resistiendo el embate de la naturaleza con la resiliencia necesaria para volver a salir adelante.

Guid Guerrero, el hombre que con su pincel ha dado color al pueblo, cuenta refugiado  bajo la sombra de un árbol, que en Santa Lucía se maneja un lenguaje de códigos que para el parroquiano es cotidiano y simple, pero causa sorpresa en los visitantes una vez que lo descubren y eso precisamente es lo que relata él en sus obras.

 “Una bandera blanca, se puede significar mucho y una bandera roja, también”, Guid quiso decir que, en el contexto santalucense, se pueden encontrar calles adornadas de este tipo de colores, significado que se le otorga porque, desde sus inicios en el pueblo una bandera blanca quiere decir, que en esa casa se vende bollo limpio o de yuca, además cuando esta bandera está acompañada de una tusa, es fácil saber que en este caso son de mazorca. Por el contrario, la bandera roja significa, que en esa casa venden carnes, sopa o pescado. La astucia y el ingenio tienen lugar en esta ocurrencia, no es difícil poner un cartel, pero en el pueblo está de más colocar “Se vende sopa” si una bandera o cualquier tela de color rojo lo representa.

Cerca de esa misma plaza, en la que se encuentra la iglesia de frente al canal del Dique, también está la tarima donde se disfrutaba en las épocas en que la pandemia aún no nos había azotado,  del Festival de Son de Negro que es una manifestación cultural que le ha dado vida al municipio y la razón por la que todos la referencian: si alguien menciona Santa Lucía, seguramente dirá “La tierra del son de negro”.

2010: Se rompió el Dique y Santa Lucía quedó bajo el agua.

Cerca de la tarima, a escasos pasos de ese atractivo que envuelve al pueblo, está la casa de José Vásquez Viloria, un hombre que ha dedicado toda su vida a la danza     del son de negro. Fiel a la hospitalidad santalucense, ese humilde servidor sacó tres sillas e inició su relatoría de todo lo que heredó: “más que cosas materiales, cultura musical y danza”.

José afirmó que “El son de negro no es originariamente de aquí, es de Bolívar y Palenque, pero no le habían otorgado un festival y Santa Lucía se apropió de él, también pensando en que en pueblos aledaños existían festivales como el de la arepa, el pastel, el bollo, y los santalucenses nos quedamos con el son de negro”, De esta nació la danza y consigo, un distintivo original de su cultura.

https://youtu.be/EiQcR3G8HeM?t=8
Festival Son de Negro, ícono de la cultura del santalucense.
«Son de Negro», la impronta de Santa Lucía.

Desde sus inicios esta danza tomó de referencia la  piel negra, alusiva a los esclavos en la época colonial, cuando los españoles los sometían a trabajos fuertes.  De allí también surge la postura de los danzantes, que van encorvados porque los trabajos realizados en la tierra, la pesca y demás, siempre requerían esta posición. Mientras ocurría todo esto, tan orgulloso de sus raíces Vázquez, fue en busca de sombreros para cada uno, como una forma autóctona de adentrarnos a la conversación.

En el caso de las “muecas”, contó que se debe a que los negros cimarrones cuando se encontraban a alguien que no era de su comunidad, y tenían un color de piel diferente, les causaba admiración y al no entender o poder comunicarse con ellos, recurrían a las burlas a través de las muecas.

Tiempo después, cuenta Vázquez, que una tesis le dio más relevancia e importancia a la danza. Y fue la del profesor Antonio Pérez que estudiaba en Bellas Artes en la que se  habló de son de negro en el año 1995 y nació la fundación “Por ti, Santa Lucía”, rindiendo homenaje a la danza característica del pueblo.

En 1996 se consolidó el primer festival de son de negro y la posterior realización del mismo, desde ese año sigue intacta la tradición y no se ha ausentado ni un solo año, incluso en medio de la crisis del covid-19, el festival se prepara para las pantallas y rendirá su homenaje de forma virtual, que tendrá fecha el próximo mes de junio del presente año, además contará con agrupaciones de baile invitadas de otros pueblos y dos eventos presenciales en el municipio.

Benavides Rivera, bailador de son de negro desde muy niño, aseguró que esta es una tradición inigualable, que amerita que cualquiera decida visitar Santa Lucía. “El que llega aquí, se amaña” porque la calidez de las personas hacen sentir querido a cualquiera, y cuando llegas por primera vez, resulta imposible no volver.

A la media mañana, entre las calles de Santa Lucía y las múltiples historias por contar, María Hernández y Edilsa Sarmiento, disfrutaban de una conversación. Ambas de cabello canoso  y mirada serena, que denotan el peso de los años.  Están sentadas en una terraza del barrio “El chimbá”, donde recalcan que la esencia y lo que hace diferente y único al santalucense es lo alegre y unidos que son. Ante eso dijeron que si a una persona le falta algo, puede que esa no sea Santa Lucía, porque ahí entre todos, se ayudan para salir adelante.

Muchas historias se han tejido alrededor del nombre del pueblo. Los parroquianos coinciden en que la más curiosa es la que relata que alguien recogió de las aguas del Canal una virgencita que venía dentro de una cajita la cual crecía conforme iban pasando los años a la que apodaron Santa Lucía. Según la leyenda, cuando llegó a medir 50 centímetros, se le dio ese nombre al municipio. Como ese suceso, en el pueblo son relatados de generación en generación historias difíciles de creer.

Pero si son mito o realidad, a nadie parece ya interesarle. Hoy Santa Lucía vive su realidad. Y la vive con los recuerdos que dejó una tragedia que enlutó el sur del departamento del Atlántico, al fracturarse su recurso más preciado, el que les ha dado la vida, peo paradójicamente el que los sumió entonces en su más grande tragedia.. A pesar de ello el santalucense sigue ahí, brindándote esa alegría única y hospitalaria que parece brotar de lo más profundo de sus raíces: el son de negros.

*Estudiantes de la asignatura de Crónica del programa de Comunicación Social Periodismo de la Universidad Autónoma del Caribe.

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