
Por ANUAR SAAD
Era jueves. Para ser más exacto, jueves 11 de junio de 1992. El reloj marcaba algo más de las nueve de la noche y yo estaba en mi apartamento, al frente de El Heraldo, jugando con un Supernintendo que mi papá le había traído a su nieta, sin saber que realmente el que lo jugaba era yo. Había sido un día tranquilo lo que me permitió llegar temprano a casa. Llevaba cuarenta minutos en el sexto mundo de Mario Bross y no había podido pasarlo.
– ¿No oyes el timbre? – rezongó mí mujer.
Puse el juego en pausa mientras pensaba que debía recuperar a Yoshi si quería avanzar en el «rescate de la princesa».
Abrí de un tirón y ahí estaba él: con su único mechón de cabello cabalgando solitario sobre su cabeza en forma de cono, mientras se rascaba involuntariamente las pelotas. Estaba vestido como siempre: con una camisa verde loro y unos pantalones mostaza que terminaban en unos raídos zapatos rojos.
-Esteeee marica…pasó algo- me dijo.
-¿Aja Mañe y qué pasó?
-Al parecer mataron al cantante vallenato ese que te gusta a ti…
-No joda ¿Mataron a Diomedes Díaz? – exclamé sinceramente conmocionado.
-No marica; a Diomedes no, al otro
-Eche, ¿a cual otro…?
-Ese que nos toca gratis en la fiesta de Navidad…
No lo podía creer. Si lo que le podía entender a Manuel Pérez era cierto, habían matado a Rafael Orozco.
Ya en la redacción le pregunté a Mañe qué se sabía.
-Parece que Fabio Poveda lo llevó herido a la clínica del Caribe, pero allá llegó sin vida porque fueron nueve-
– ¿Nueve? –
-Nueve pepazos marica…
Mandé a Pérez a la clínica del Caribe junto con el fotógrafo Tino Choperena para que trajeran todo lo que se sabía de la historia y si podían, hablar con Fabio Poveda que era como su hermano mayor.
Pero necesitaba más ayuda.

Eran casi las once y media de la noche. Llamé a Ernesto McCausland quien a pesar de que ya no trabajaba con nosotros, seguía siendo muy allegado de esa casa periodística.
-Hago unas vueltas, averiguo y te caigo en El Heraldo- dijo Ernesto.
Cuando apareció McCausland, a los diez minutos llegaron Pérez y el Tino.
-Tengo todo lo de la policía y lo que vieron algunos testigos…- dijo Manuel Pérez.
-Ponte con Ernesto. Comparte lo que tienes y deja que él redacte- le ordené.
-¿Tenemos fotos? – pregunté.
-De eso tengo que hablarte- me dijo inseguro Tino.
Ya McCausland estaba terminando con la ayuda de Pérez la historia. El periódico estaba cerrado y había que hacer un cambio sobre la marcha.
-Voy a llamar a Juan B.- le dije a Ernesto. Le voy a decir que vamos a abrir a cuatro columnas con la noticia.
El teléfono sonó una sola vez y la voz del director me habló por el auricular.
-A ver a ver a ver, que pasa, que pasa….
-Director – dije conmocionado -¡Asesinaron a Rafael Orozco!-
-¿Rafael Orozco?
-Sí director. A Rafael Orozco…
– ¿Y quién carajo es Rafael Orozco? – me dijo con ingenua sinceridad.
-Director… ¡Rafael Orozco el del Binomio de Oro!
-¿Ese es un cantante vallenato?
-Siiii- le respondí ya exasperado. -Uno de los más famosos- rematé.
-¿Ese es el que nunca llega a los conciertos?
-Noooo director. El que no llega a los conciertos es Diomedes Díaz. Este es el que nos canta gratis en las fiestas de Navidad…
-Ah ese….claro, claro, claro, hombreeeee, buen tipo, buen tipo. Ya sé. Hubieras empezado por ahí-
-Director el asunto es que titulé a cuatro columnas en primera página «Asesinado Rafael Orozco»
– No me parece.
-¿Entonces a seis?
-No. A una columna:
«Asesinado
Cantante
Vallenato»
No podía creerlo. El director no tenía la más remota idea de quién era Rafael Orozco y quería poner a una columna la noticia. Miré a McCausland suplicante y le pasé el teléfono a ver si lo convencía.
A los pocos minutos Ernesto colgó.
-Pongamos esa vaina a cuatro columnas y ya veremos mañana….- me dijo.
Estuve de acuerdo. No volveríamos a llamar a Juan B y pusimos la noticia a cuatro columnas, arriba.
Al día siguiente fue Troya.
Como nunca, antes de siete de la mañana, ya el director estaba en el periódico. A las 7 y cuatro minutos me mandó a llamar.
Me imaginé que me iba a reclamar por hacerme el sordo y poner la noticia a cuatro columnas y no a una, como él había dicho.
-Mira, mira, mira, mira….- me dijo enojado tirándome un ejemplar del diario La Libertad.
-Explícame, explícame ¿por qué ellos tienen la noticia a seis columnas y nosotros a cuatro?- dijo mientras daba vueltas a la mesa de juntas con la cabeza enterrada en el piso
-Tú sabes lo importante que era Rafael Orozco….- Me dijo de pronto con su mejor cara de seriedad que encontró.
Mi mente trabajaba a millón. Seguro que sus amigos y conocidos lo habían llamado desde temprano compungidos como todos por el atroz asesinato. Ya él ahora sí, sabía quién era Rafael Orozco.
-Y ahora dime- prosiguió. ¿Por qué ellos tienen una foto a seis columnas del cadáver y nosotros no? ¡Suspende al fotógrafo! Me ordenó.
En efecto, el diario La Libertad tenía una foto a seis columnas del cadáver descubierto de Rafael Orozco en la morgue. Lo que el Director no supo ni nunca sabría, era que Tino Choperena también la había tomado. Pero Fabio Poveda, llorando, nos había pedido que no la publicáramos, como en efecto hicimos. En su lugar, decidimos poner una en que el cuerpo sin vida estaba cubierto.
Para el segundo día, el regaño ya era historia. Ernesto duró un mes sacando detalles de la historia del doloroso hecho, y El Heraldo llegó a vender más de 85 mil ejemplares diarios.
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