Lo que fue pensado como la primera piedra para la reconciliación de Barranquilla con el Río Magdalena, hoy es el escenario ideal para filmar una película de terror. Un abandono que costó a los barranquilleros más de 30 mil millones de pesos.
Por ANUAR SAAD
Ahí está: con sus pequeños muelles a punto de desplomarse; inundada de una agresiva maleza que se mece espectral al compás de las fuertes brisas de enero. Con la arena amarilla y áspera esparcida por todo lo que antes eran adoquines perfectamente alineados, y con los cascarones derruidos de lo que debían ser amables edificaciones que deberían recibir a visitantes que hoy brillan por su ausencia
La Avenida al Río en Barranquilla es hoy un cadáver insepulto en la que se invirtieron en el año 2012 más de 30 mil millones de pesos para poner con ella la primera piedra de lo que sería la reconciliación de la capital del Atlántico con el río Magdalena.
Su último estertor de vida lo lanzó al compás de la música: fue cuando a inicios de 2016 Carlos Vives y Shakira grabaron el video con el que se promocionó el muy sonado tema de “La bicleta”, recreado totalmente en esa Avenida que entonces aún contaba con sus bancas en perfecto estado; sus quioscos funcionales y sus atractivos muelles de madera que ilusionaban con un pronto desarrollo en la zona de La Loma.
Y es que cuando se inauguró, hubo promesas de que estaría llena de locales comerciales y que la sede de la Alcaldía funcionaría cerca de ahí. Pero las promesas, como la misma Avenida, quedaron en escombros.
En noviembre de 2020 el gerente de la Agencia Distrital de Infraestructura, Alberto Salah, declaró para Blu Radio que “este sector desafortunadamente hace mucho rato perdió su atractivo principal, que era ver el río al borde del malecón”; sin embargo, aseguró que la Alcaldía “ha seguido protegiendo el espacio para que se mantenga en el mejor estado posible”.
¿En serio? ¿Protegiendo el espacio? ¿Manteniéndolo? La afirmación del funcionario deja más sombras que luces porque las imágenes que se ven de la Avenida, son devastadoras: está abandonada a su suerte.
La maleza, así como las montañas de barro que circundan la deteriorada Avenida al Río sigue ahí, a la espera de que el Distrito decida cuál va a ser el futuro inmediato del otrora sitio icónico en el que las familias barranquilleras se encontraban los fines de semana.
La estocada final para esta obra que hoy , junto al polémico Megatanque que con su descripción de ser “el más grande de Latinoamérica” lleva cinco años abandonado después de millonarias inversiones y aún no entra en servicio, fue cuando se inauguró el Malecón del Centro de Convenciones en el barrio Siape : las miradas y el interés de los barranquilleros se volvieron entonces al nuevo Malecón del Río y pocos preguntaron por la suerte de la agónica Avenida que apenas cumple ocho años haber sido entregada.
A pesar de cantos de sirena que siguen prometiendo que “la Avenida se unirá con el Gran Malecón para convertirlo en un gran parque lineal a futuro”, los barranquilleros son pesimistas. Ni siquiera se puede intentar recorrer a pie sus cortos 600 metros que antes se caminaban con agrado: el lodo, la maleza, los escombros y la sensación de que en algún momento podrían atracarte, impiden el recorrido.
La única construcción de cemento, un galpón de dos pisos donde se suponía entraría a funcionar la logística administrativa y algunos locales, quedaron en obra negra y hoy es el escenario ideal para que Homer Etminani, el talentoso director de cine iraní que está radicado hace una década en Barranquilla, filme ahí una película de terror. Tablas remendadas son las puertas de las construcciones, aunque llama la atención que, en una parte del segundo piso, parece estar habitado por alguien: ese pedazo tiene una puerta residencial, luz encendida y una moto parqueada sobre su “fachada”, lo que hace suponer que el sitio podría ser invadido.
Ni siquiera el río, que se supone que está ahí al frente, puede ser visto: la tarulla lo cubre todo y solo los sonidos amenazadores de animales silvestres nos hacen caer en cuenta que, a pesar de todo, el Magdalena sigue ahí.
Y mientras los barranquilleros se mantienen a la espera de algún anuncio oficial que dé luces sobre el futuro inmediato de esta millonaria obra, sus quioscos, asientos, plataformas de madera sobre el agua y su punto de conexión a wifi, que alguna vez lo habitaron, será el difuso recuerdo de lo que fue y que hoy no es más que un colosal monumento a la desidia.
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