
Cuatro periodistas hablan sobre el fenómeno cultural que representa el balompié en el mundo. Como si fuera un partido de fútbol la narración fluye y la pelota va de un lado a otro de la cancha imaginaria.
Por ANUAR SAAD
¿Cómo vas a saber lo que es la vida si nunca jugaste fútbol? Así define el reconocido periodista argentino Martín Caparrós todo lo que encierra este deporte: desde su pasión, hasta las alegrías y tristezas que el mismo depara. Es que el fútbol es, sin duda, uno de los hechos culturales más grandes del siglo XX. ¿Su éxito? Ser un deporte colectivo donde su manifestación máxima es el gol… Pero en un 90 por ciento de las veces, ese gol jamás llega. Pero, cuando aparece —explica sonriente Caparrós ante un auditorio expectante— hace que olvides todo.
Caparrós está ahí, de negro como siempre, ante un escenario que quiere escuchar sus nutridas y punzantes opiniones sobre el fútbol. Amado y odiado por sus comentarios, jamás pierde esa sonrisa de galán de los 70 que lo acompaña y que brilla tanto como su cabeza despoblada que lo hace ver más grande de lo que es. Al lado de él, Daniel Samper Pizano espera el turno, impaciente, al igual que el chileno Juan Pablo Meneses y el brasilero Lucio Castro

HINCHAS POR CABLE
Los foristas se pasaban, uno a uno, la pelota para expresar lo que, según su criterio, el fútbol representa para la humanidad.Pero ¿quiénes son hoy los verda-deros hinchas? Muchos —sostiene Caparrós— eran hinchas del relato radial. De la imaginación exagerada del narrador que re-crea la acción que, por lo general, no corresponde en magnitud a lo que realmente está sucediendo. Otros, son fanáticos del relato posterior; es decir, de lo que re-crean los periódicos y las revistas al estilo de crónicas deportivas, más allá que las estadísticas frías de un partido. Pero hoy, a más de 114 años de que rodara el pri-mer balón en algún despoblado del mundo, todos “están” en el partido gracias a la magia de la televisión. ¿Para qué ir a soportar apretujones, calor, cansancio e in-comodidades en un estadio cuan-do pueden ver el partido desde la comodidad de su casa? Son esos, según Caparrós, los hinchas que hoy tienen muchos clubes del mundo: hinchas por cable.

FÚTBOL Y FARÁNDULA
El que quiere escribir sobre un partido de fútbol debe tener un fuego especial en el corazón. Debe tener, además, una habi-lidad desarrollada para saber contar los sucesos del partido y resaltar detalles que el espec-tador, incluso ese mismo que sí asistió al estadio, no pudo ver. Es narrar más allá de lo obvio. Colorear las escenas y jamás dejar de lado el interés huma-no que genera un duelo de 22 gladiadores. Ese secreto –recrea con nostalgia el periodista que empieza a driblar rivales– ya pocos lo ponen en boga porque ahora lo que se está viviendo es una “farandulización” del fútbol: que si Piqué tuvo un hijo con Shakira; que si Cristiano se saca las cejas; que cuántos ta-tuajes tiene el defensor; que si viste a fulanito de tal en la última publicidad; o si se reveló que aquella actriz está saliendo con el delantero goleador.Y lo que es peor –continúa Caparrós en un pique largo– es que aparte de la “farandulización” del fútbol, se habla también de la politización del balompié. Que si la FIFA tiene el poder de un Estado; que escogieron a África por política; que los sorteos favorecen a unos y no a otros; en fin. ¿Para qué ser tan “trascendentes? Si lo que el público quiere saber es qué pasa con los 22 tipos que corren como idiotas tras un cuero inflado.Ese “pase gol” lo recibió de cabeza Daniel Samper. Y se fue al ataque de una. Picó en punta y remató: -El éxito de las narraciones sobre béisbol y boxeo en Estados Unidos, por ejemplo, es que relatan el evento y los detalles de peso. Pero también hay epopeya, gloria, lágrimas, miseria y riqueza… porque, más que al deporte se adentran al mundo del deportista. En la historia personal del boxeador, del beisbolista con toda su dimensión humana.
NARRACIÓN, EL SECRETO
Samper considera que en la na-rración del fútbol en los medios se queman varias etapas. La primera de ella –dice, dejando atrás la marcación estricta de Caparrós y Meneses– es el dato: el marcador, suplentes, forma-ción, números, promedio, arbi-traje, etc. La segunda etapa es la emoción. En mi época –recuerda el periodista intentando dominar la esférica ante el acoso rival– la música preferida por los de mi generación era la narración de un partido de fútbol, como lo describió alguna vez el gran Fon-tanarrosa. La tercera etapa le correspon-de, por supuesto, a la televisión. Un plus que trajo la televisión y que hoy nadie quiere reconocer en su relación con este deporte es que abrió el mundo del ba-lompié a las mujeres porque, en el fútbol, descubrieron que en la cancha había hombres más guapos y más ricos que sus es-posos. Y algo parecido pasa con los jóvenes. Ellos siguen más a los futbolistas y sus vidas, que al deporte mismo. La cuarta etapa –sigue raudo Samper por la punta izquierda– corresponde al relato. Y es el caso de El Gráfico en su época inolvidable. El éxito de esta re-vista fue que le apostó a la belleza de narrar el mundo del fútbol y todo lo que lo rodea… con sus protagonistas y sus historias. El público sigue esperando eso de los diarios deportivos modernos, porque más que estadísticas y resultados, el fútbol es pasión. Y remata violento al arco.
ES SOLO MERCANTILISMO
Juan Pablo Meneses, un escritor y periodista “portátil” chileno que ha deambulado por toda La-tinoamérica en pos de terminar su investigación sobre el merca-do del fútbol, atajó el riflazo de Samper en plena raya. Dominó el esférico y, con calidad, fue desbordando rivales: “La exportación más exitosa de América Latina es la carne de futbolista, pero nadie lo dice”. Meneses lo cuenta, lo práctica y lo pone en sofá, en un libro fascinante que Jaime Abello Banfi, Director General de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano.El que quiere escribir sobre un partido de fútbol debe tener un fuego especial en el corazón. Debe tener, además, una habilidad desarrollada para saber contar los sucesos del partido y resaltar detalles que el espectador, incluso ese mismo que sí asistió al estadio, no pudo ver. Es narrar más allá de lo obvio. Colorear las escenas y jamás dejar de lado el interés humano que genera un duelo de 22 gladiadores
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