23 de abril de 2024

El eterno drama del canal de acceso en el puerto de Barranquila

Por Omar Arturo Osorio

Barranquilla es la ciudad que tiene el «sube y baja» más antiguo en Colombia, y no me refiero precisamente a ese balancín de entretenimiento que encontramos en los parques para que chicos y grandes se diviertan. No. Me refiero a la crítica situación que vive la ciudad frente al canal de acceso al puerto, que constantemente sufre subidas y bajadas en el nivel de profundidad o calado para el recibo de embarcaciones.

Si hacemos memoria, fue en 1925 cuando iniciaron las obras de construcción de Bocas de Cenizas, pero no fue hasta mayo de 1935 en que la ciudad recibiera por primera vez  un buque. Fue el Taralalite, un buque tanque petrolero y, con el pasar del tiempo, y luego de frecuentes arribos de embarcaciones, empezaron a identificarse situaciones que dificultaban la navegabilidad en el canal de acceso al puerto.

Fue hasta 1945, cuando se creó la junta coordinadora del puerto, quien se encargó de contratar varias empresas que realizaran estudios y propusieran posibles soluciones a los problemas de sedimentación, pero esta no tuvo resultados y en 1956 el gobierno nacional asumió los trabajos, pero empezó a perderse participación en el mercado debido a que mucha carga era desviada a otros puertos. Sin embargo, se logró estabilizar la navegación hasta 1964, manteniendo buena profundidad y permitiendo que  las embarcaciones pudieran ingresar sin inconvenientes.

Las subidas y bajadas en el calado parecían haber quedado en el pasado. El río Magdalena y el puerto de Barranquilla fueron vistos de otra manera. Su atractivo creció como espuma, así como la cantidad de carga movilizada. Pero nuevamente ese enemigo que se creía olvidado,  se presentó  con mayor fuerza, tanto, que el río generó un desvío natural de su flujo, lo que originó la aparición de una isla de sedimento, y nuevamente bajó el calado del río y se restringió el movimiento portuario, problemática que se extendió hasta la década de los 90 y coincidió con la liquidación de  Colpuertos, quien era la encargada entonces de la administración portuaria en Colombia

Pero la problemática seguía. La sedimentación aumentaba lo que hacía que el calado bajara aún más  y la navegabilidad en el río era menor, así como  el flujo de carga lo que derivó en la construcción de un dique direccional con el fin de estabilizar el canal de acceso al puerto para poder recibir embarcaciones de alto calado y así minimizar la cantidad de dragados que debían realizarse en el sector.

En 1994 se entregó  el terminal marítimo en concesión a una sociedad portuaria, trayendo consigo mejoras en la administración de mercancía y recursos para las labores del puerto, pero el inconveniente continuó, tanto así, que se siguieron presentado cierres a la entrada del puerto debido al encallamiento de distintas embarcaciones.

Y fue cuando apareció la solución: la APP para la recuperación de la navegabilidad del río; una  propuesta tan buena, que en el año 2014 ganó el premio Deal of the year (Oferta o negocio del año) que entrega la revista británica World Finance, noticia publicada por Cormagdalena el 20 de Noviembre de 2014 (http://dc02eja.cormagdalena.gov.co/index.php?idcategoria=1464) lo que hizo que sacarán pecho muchos políticos y empresarios que vieron esto como la oportunidad de obtener mejoría considerable a la situación.

Pero casi a mitad del 2022,  la soñada APP del río sigue en un ir y venir de ajustes, revisiones, presentaciones, licitaciones y adjudicaciones que la mantienen en un desesperante  limbo. Los movimientos políticos que se realizan desde el gobierno nacional y el gobierno local, parece que no permiten acuerdos para dar vía libre definitiva para que se cristalice la ejecución de trabajos que pondrán fin al calvario por el que ha transitado el puerto de Barranquilla.
Es hora de que, por fin, la ciudad pueda gozar de un puerto que reactive su comercio y que reciba, sin restricciones, el arribo de embarcaciones de gran calado al puerto. No es un secreto que hoy las instalaciones portuarias de Barranquilla siguen perdiendo  competitividad frente a los terminales de otras ciudades como Cartagena, Buenaventura y Santa Marta.

Lo cierto es, que este «sube y baja quillero»,  como hemos llamado a la irregularidad del calado en el canal de acceso, parece no tener fin. Porque seguimos a la espera de que haya «humo blanco» que anuncie que la esperanzadora App del Río, sea una realidad.
Amanecerá y veremos.

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