Por ANUAR SAAD
Lo volvió a hacer. Otra vez los demonios internos de Teófilo Gutiérrez emergieron y de un zapatazo volvió a ser el centro de atención de seguidores y aficionados al fútbol, y no precisamente por sus innatas habilidades para tocar la pelota, sino por ser el foco del escándalo, algo en lo que el delantero de «La Chinita» se ha vuelto experto.
Y es que “el caso Teo” como ya lo llaman expertos de la psiquiatría, es casi que una copia del famoso libro de R.L. Stevenson “El doctor Jekyll y Mr. Hyde”, donde el Doctor Jekill es el excelente futbolista, el jugador dueño de una calidad indiscutible, motor de su equipo y líder del mismo, y Mr. Hyde es el monstruo en el que el doctor se desdobla y que termina arrasando con todo lo que encuentra a su paso.
Aunque, hay que decirlo, lo de Teófilo en el fondo no extraña a nadie. Su tormentosa personalidad es de dominio público porque, como en la famosa película, su pasado lo condena: tuvo líos en el Trabzonspor de Tuquía; en Racing, River y Lanus de Argentina y en el Cruz Azul de México. Pero por ese sentimentalismo que caracteriza a los costeños, todos estábamos convencidos que en Barranquilla, en su Junior del alma, la historia sería distinta. Teófilo Gutiérrez –cuando es el doctor Jekyll- demuestra que futbolísticamente es, sin duda, de los mejores jugadores del país, dotado, además, con una calidad técnica que pocos poseen y una visión del campo de juego y un liderazgo innato para mover al equipo.
Pero, aún en su tierra, también demuestra que, como el buen doctor, está muy lejos de deshacerse de sus “demonios” internos. Y el primer sonado descache en el Junior, fue aquel famoso episodio en que estuvo involucrado cuando fue acusado por el delantero Roberto Ovelar de querer seducir a su esposa, hecho que terminó con la salida del delantero uruguayo del club tiburón.
Ahora, en este nuevo y vergonzoso episodio (por los que ya ofreció disculpas públicas) arremetió como matón de pueblo contra los que considera sus contradictores a través de la red social Instagram, donde enfrentó con un vocabulario soez, amenazante y cargado de violencia a aquellos que se atrevieron a criticar el rendimiento del equipo en el primer partido contra el América por la Superliga en el Romelio Martínez, donde el onceno cayó 2-1.
En el video de Instagram se ve a un Teo, en un primer plano de su cara, diciendo retador: “¿Dónde están los sapos y las sapas?”. Que salgan. Para darles garrote”. Y remata con esta frase que dejó a todos perplejos: “Tiro y garrote les voy a dar malparidos. Vamos a darles tiros. El que se venga pesado le vamos a dar tiros o si no le tiro los lobos para que le den dientes”, remató el delantero en su diatriba de odio contra los críticos.
No es coincidencia que Teo, siempre, haya sido el eje de las desavenencias dentro de todos los equipos por los que ha pasado. Ni el reconocimiento, ni la fama, ni la gloria ni su madurez, le han ayudado a crecer como persona. Sus acciones extra futbolísticas siempre le pasan factura. Y la manida excusa de sus orígenes, carece de validez. Es como avalar que, por el hecho de levantarse en un barrio marginal, tenga que ser, por obligación una persona carente de valores que le permitan una convivencia pacífica con los demás. Así como la riqueza no es sinónimo de cultura, la pobreza tampoco debe serlo de violencia y vulgaridad.
Ahora, solo nos queda hacer fuerza para que en lo que resta del campeonato aflore siempre el doctor Jekill, y que el violento Mr. Hyde siga escondido. Y, sobre todo, alejado de las cautivantes, pero peligrosas, redes sociales.
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