Por Natalia Rengifo y Valentina Núñez*
En Colombia durante la época de la Colonia, se crearon cientos de Palenques, fundados por afrodescendientes que buscaban refugio del abuso constante a la esencia de su ser que los caracterizaba, pero en medio de la ira española, fueron destruidos, logrando sobrevivir solo uno, San Basilio de Palenque, tierra de negros libres.
Toda esta historia que eriza la piel y cosquillea el alma, se encuentra escondida en un popular barrio de Barranquilla, Nueva Colombia. Podemos llamarlo “un pedazo de San Basilio en la arenosa”, la ciudad que acogió a los africanos que huían de la esclavitud, quienes sembraron sus raíces y descendencias en estas tierras desde 1952.
Cada vez que caminamos por Nueva Colombia, podemos sentir la esencia afrocolombiana, la cultura palenque y el orgullo africano, y aunque todos recuerdan su pasado, cada día se va desvaneciendo lentamente, por eso, los viejos y los orgullosos de su etnia, al son de los tambores, lengua palenquera y eventos culturales, buscan rescatar su tradición.
Entre ellos “La Sede del Müller”. Un gran salón con paredes coloridas y frases memorables que evocan las raíces palenque, hacen parte del interior de este estadero ubicado en el corazón de Nueva Colombia. Un lugar tan emblemático que se convirtió en un punto de referencia y tradición para esta comunidad.
Blasina Marquéz no solo fue fundadora de Nueva Colombia en 1952, sino del lugar de encuentro más tradicional para los palenques, aclaro que palenques, porque afrocolombianos somos todos. En 1996, con la inocente idea de vender gaseosa, la matriarca le da vida a esta esquina. Con un techo de paja, dos mesitas y unas cuantas canastas, comienza la historia de la Sede. En medio del decaimiento, la frustración de la edad y los huesos quebrantados del peso de tantos años de vida, Blasina le cede la sede a Sergio Cassiani, su nieto “El Müller”
Que, para ese entonces, este líder de la comunidad no tenía idea de que lo que estaba creando era un icono, un símbolo que iba a ser representativo para su barrio, tanto así que lo llevó a ser respetado y reconocido; el hombre ideal para solucionar los problemas de la comunidad, pero, ante todo, el genio que dio brillo al estadero más importante de Nueva Colombia, como lo dicen sus propios integrantes.
– Mami, todo el mundo conoce a la Sede del Müller – Ríe Viena Cassiani – Todos vienen aquí, esto es tradición palenque. Vete lo más lejos que puedas del estadero y pregúntale a alguien por la sede y de una te dicen y hasta te traen.
Aunque parezca mentira, es totalmente verdadero, parece que ya fuera el apellido de la comunidad, pues antes de montarnos al taxi, le mencionamos al conductor que nos dirigíamos a Nueva Colombia.
– Ah, allá en donde está la Sede del Müller
– Para allá es que vamos, para la sede
Camino al lugar, entramos por una de las vías principales del barrio, una estrecha calle pavimentada que hoy no es ni sombra de lo que fue hace 15 años, se ve colorida, arreglada e iluminada, pero sigue con las mismas casas de madera, otras de cemento y algunas en medio de lomas a punto de desmoronarse. Esta es una de las rutas más rápidas para llegar a la emblemática sede.
Al llegar se ve tan silencioso que parece que fuera el rey de la tranquilidad, pero lo cierto es que cada sábado y domingo desde las dos de la tarde, explotan los timbales al ritmo del sonido bestial, o bueno, al ritmo de la champetica africana que suena potente entre los Pick Up, que al sentirla no sabes si tirar pase o bailar arrimaito’ haciendo la camita.
En ese momento que descendemos del carro, sucede algo crucial ¡Cómo ha cambiado esto! ¿Y las paredes azules? ¿Las esteras grises y dobladas? ¿Qué pasó con la entrada? ¡EL NOMBRE! ¿YA NO SE LLAMA LA SEDE DEL MULLER? Resaltaba un estadero colorido, retratos de famosos, barandas azules, una terraza impecable y un gran letrero que decía ‘Estadero Afrocolombiano TATAMÍ’ ¿Qué significa Tatamí? Aquí vamos, rumbo a descubrirlo.
Llegamos un domingo a las 9 de mañana, las esteras de la antigua sede aún estabas cerradas, mientras dos hombres trabajaban limpiando el desastre del día anterior. Lo único que se veía era una terraza llena de polvo con un olor impregnado a cerveza, era un olor a amanecido, esos que te hacen decir “la rumba estuvo buena”.
Las esteras comenzaron a abrirse, las sillas parecían un desfile de carnaval subiendo y bajando para adecuarse y recibir nuevamente a su gente palenque, la razón de su esencia. A lo lejos cruzando la calle con una cubeta de hielo, vestida de faldón negro y camisa ancha, vemos a Xiomara, ella vive hace años en Nueva Colombia y se denomina “Una adoptada del barrio”.
Mientras la sede se preparaba para recibir al Pick Up “El Pambelé” para retumbar las paredes y comenzar a hacer el llamado a los rumberos, Xiomara buscaba la manera de empaparnos de la cultura Afro. Nos presentó a rey mundo y todo el mundo, nos paseamos por Nueva Colombia como si fuese el patio de nuestra casa y cada persona a la que nos acercábamos, nos recibía con la sonrisa en la cara ¡Qué maravilla! En definitiva, al mundo completo le falta cultura Afro.
– El ambiente de aquí es algo maravilloso, yo me siento sabrosa. Soy una mujer de 70 años y siempre estoy activa con todo lo que pasa en nueva Colombia – Menciona Corina Carbona – Me siento orgullosa de estar aquí. Yo vivo a tres casas del estadero.
EL DATO
Todo en esta vida tiene una razón, y la creación de la sede no es la excepción de esta ley de vida. Tiene un significado más profundo del que todos piensan, no es solo un lugar que nació para bailar al ritmo africano y contornear el cuerpo rebentando baldosa. Hace muchos años, la gran comunidad de Nueva Colombia no contaba con un sitio para recrear, encontrarse y mantener la cultura viva; todos tenían que desplazarse a diferentes salones de bailes, pero el color de piel seguía siendo sinónimo de rechazo y prohibiciones
– En ese entonces había muchos sitios que nos rechazaban como negros – Dice Sergio Cassiani, dueño de la sede – Entonces si nosotros somos una sociedad igual que las otras ¿Por qué no podíamos organizarnos y tener un sitio nuestro? Creamos algo propio, en donde cualquier negro puede pedir y sentirse en lo suyo. Esto no es solo mío, esto es de toda la comunidad y toda mi gente negra.
El estadero se ha convertido en el punto de referencia más predominante de Nueva Colombia, tanto así que personas de cualquier lado de Barranquilla, se desplazan hasta aquí para sentir correr por sus venas su verdadera descendencia, porque, aunque en algún momento ellos fueron rechazados y expulsados, las puertas de su alma mater nunca se cerraron a un color de piel o estrato social, todos aquí son bienvenidos.
– La sede no es solo aquí, esto pertenece al norte, al suroccidente, para todos. Tanto pal cachaco como para el negro, aquí todos estamos en comunidad – Sonríe Antonio Cassiani con los ojos – Lo más sabroso de vivir aquí es esta misma comunidad, mucha alegría y bullerengue.
Mientras estamos sentadas en las sillas del estadero, nos dejamos atrapar por todos los murales que están plasmados en las paredes, retratos de su cultura, gente y orgullo. Aunque este sitio lleva 25 años en la comunidad y es una tradición para los palenqueros, Barranquilla entera está cegada de un sitio que atesora mucha sabrosura, que, con tan solo poner un pie en una baldosa, sientes cómo el cuerpo comienza a bailar solo; tienes que agarrar el brazo para que no se mueva y regañar a la pierna para que deje de dar golpes en contra del piso en son de la música que ni está sonando.
Todo esto lo sentimos a la luz del día, estando los pick ups apagados, en donde la bulla más fuerte era la de la risa de los mototaxistas de la esquina que se reían de sus propios chistes. Lo realmente deleitante fue el interior del lugar. Es como estar en un museo de orgullo palenque ¿Alguna vez han escuchado que los más orgullosos de su etnia son los afros? ¡Mentira no es! Una vez en el interior, queremos leerlo todo, entender los dibujos y fotografiar visualmente cada mural, pero aguarda, en la pared del fondo poco iluminada y cubierta por un ruple inmenso de canastas de cervezas, se ve un mural precioso, una flor margarita acompañada de unas frases.
¿Alguna vez han escuchado del papiamento? Para los que no saben, es el lenguaje con el que los Palenques llegaron a Barranquilla, del que poco a poco se fueron desprendiendo, el cual antes hasta se enseñaba en las escuelas. Sergio quiere plasmar en la sede esas raíces para recordarle a su comunidad de dónde vienen y por quién están ahí. Es importante mencionar esto, porque el mural que tanto nos llamó la atención eran frases en papiamento que abajo tenía su traducción, pero nuestra favorita fue una encerrada en un recuadro amarillo fluorescente que decía “Suto Ta Jarocho” que se traduce como “Nosotros estamos felices”, y sí, nosotros estamos felices de sentir correr por nuestras venas la descendecia afro que heredamos.
Vemos llegar a una morena preciosa, con un vestuario negro y un turbante a cuadros imponente, Ruby Cassiani, nieta de Blasina y hermana de Sergio. Orgullosa de su descendencia nos pide que entremos al estadero y nos muestra su interior, pero lo primero que hace, es llevarnos al gran mural en honor a su abuela que se encuentra en la parte externa. Después de esto, nos guía a las llamativas frases del fondo y nos las explica, las lee en palenque fluido y nos la traduce ¡Y COMO SI FUERA POCO! Nos comienza a hablar en palenque, no a leer ¡A hablar! Esto es realmente fascinante. Aprovechando que estamos con la heredera de Blasina y una habladora nata de la lengua palenque, le preguntamos ¿Qué significa Tatamí? A lo que nos responde ‘Padre mío’ ‘Papá mío’
¡Aguarden! Por fin llegó el Pick Up, el famoso Pambelé. ¡Dios mío! ¿Cómo se conecta todo eso? Esto es una cantidad de maquinas impresionante, y nosotras a duras penas tenemos un equipito que se conecta a Bluetooth. No los han ni bajado del camión y ya nos estamos emocionando, eso sí, no solo nosotras, el grupo de jóvenes arrecostados en el barandal del estanco de al frente frotan sus manos en sinónimo de emoción. Ahora nos surge una duda ¿Cómo consiguen un Pick Up diferente cada fin de semana? Después de tantos años, la lista de contactos debe ser buena.
– Este es un sitio emblemático, recocido – Afirma Sergio Cassiani, dueño del lugar – muchos propietarios nos llaman y me dicen “Hey Muller ¿Qué fecha tienes por ahí?” y nosotros vamos escogiendo y dando fecha para que todos se presenten.
Una fuerte vibración que comienza a recorrer nuestro cuerpo sube de manera rápida como una inyección de adrenalina. Los pies comienzan a temblar y el corazón se agita, el sonido de la voz se pierde en el ambiente y las paredes se estremecen como si fueran caerse. Estábamos sentados justo en la mesa al lado de los grandes turbos, sentíamos la vibración directa y la comunicación se volvió una imposibilidad, algo que no importa mucho, porque aquí se viene a bailar, no a hablar.
Sentados en una mesa del estadero a las 2 de la tarde, Xiomara le dice a Antonio “Tienes que tirar pases con ellas, tienen que bailar. No se pueden ir sin bailar con el negro” ¡Xiomara! Esto es un atentando directo a nuestra integridad y buen nombre ¿Cómo nos pretendes hacer pasar esta pena? Más se mueven las canastas de cerveza con las vibraciones del pickup, que nosotras bailando cualquier género. Trágame tierra y escúpeme en una escuela de baile, fallamos como barranquilleras y como descendientes africanas.
Al caer las tres de la tarde, ya se ven grupos de hombres sentados en las sillas plásticas, algunos en pantalón, otros en bermudas, unos con sombreros, otros con gorras, por aquí en chancleta y el de la esquina en zapatos. Hay de todo, pero todos disfrutan por igual, y cada vez que ven una cámara, sonríen. Sin duda alguna, no sabemos cómo describir la emoción que se siente estar aquí, no te quieres ir nunca. No sabes bailar, pero el cuerpo te exige que te levantes y te muevas, porque la pena se pasa mañana, pero la alegría queda para toda la vida.
En esas, un hombre vestido de camisa, pantalón y zapatos, se nos acerca y nos comienza a hablar, Evaristo Márquez, el perro de la vida como le suelen decir. Una conversación a punta de gritos, ni él nos escuchaba, ni nosotras a él, pero hubo algo que entendimos clarito
– Todos somos afro – toma nuestros brazos – Tenemos la misma sangre, pero yo soy negro, mis venas son más fuertes que las tuyas, yo fui forjado.
La música impedía cualquier tipo de comunicación verbal, y todo era con señas, así que, en medio de la música, el baile y la sabrosura, nos fuimos perdiendo de la pena y adentrándonos en las entrañas de palenque. Ya te sientes de aquí, ya eres de aquí. El cuerpo baila al son de los tambores y en medio de la algarabía, te olvidas de todo y solo recuerdas el disfrute.
Esto es Nueva Colombia, esto es la Sede del Muller. Llegas creyéndote colombiano y sales sintiéndote africano, reconociendo tus raíces y enorgulleciéndote de tu herencia. Este lugar atesora tanta cultura que quedas con ganas de querer saber más, por eso es necesario que Barranquilla entera conozca la antigua sede, hoy llamada “Estadero Afrocolombiano TATAMÍ” Patrimonio nacional inmune de la comunidad afropalenquera.
*Natalia Rengifo y Valentina Núñez son estudiantes de la asignatura de Crónica del Programa de Comunicación de la Universidad Autónoma del Caribe
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