
Por: Keimmy García, Jaime Ortega y Juan Cañarete*

En la calle 55B #42-422 se observa un pequeño boulevard en el que se sitúan dos torres eléctricas que se roban la atención. El olor a pescado fresco se apodera del olfato de quienes se pasean por la avenida Las Torres, mientras el ruido de diversos automóviles se mezcla con la música que ambienta el lugar y los animales callejeros rondan ansiosos en busca de un trozo de comida.
Diversos puestos de comercio de pescado se posicionan bajo la torre que se encuentra en medio de la rotonda, refugiados bajo tablas, láminas de zinc y lonas que conforman el techo de cada uno de dichos puestos que hoy le dan nombre a la famosa Torre del Pescao’. Sobre el suelo repleto de escamas del animal muerto están las mesas de picar y hasta neveras en las que se conserva el producto.
Bocachicos, mojarras blancas, camarones, pargos rojos, salmón y gran variedad de mariscos frescos se exhiben en mesas a las que el cliente puede acercarse y observarlos mejor. Sin embargo, estos no son los únicos productos que se venden en la avenida. Limones, aguacates, papayas, plátanos y tubérculos como la yuca y el ñame también son altamente comercializados.

Aníbal Arias, un hombre sucreño de 56 años, fue el primero en montar su negocio de pescados en la torre, razón por la que se autodenomina el fundador de este oficio en la zona. El comerciante se vio obligado a abandonar su tierra natal e instalarse en Barranquilla junto a su esposa luego de la masacre de Chengue que se llevó a cabo en enero del 2001.
“Yo viene desplazado por la violencia, estaba desempleado y la única alternativa que tenía era ponerme aquí a vender pescado. Y bueno, esto se ha pegado y de esto he vivido” menciona Arias, mientras descama los mariscos y seca el sudor de su frente.
El sucreño se percató de que la torre eléctrica era el lugar perfecto para su negocio al ver que es una zona bastante transitada, y desde los inicios no recuerda época mala hasta que se presentó el confinamiento preventivo por el covid-19.
También, indica que en gran parte el éxito no ha sido solo por el lugar, sino por la calidad y el precio de sus productos. Reconoce que a la gente le agradan las ventas justas y recalca que desde siempre ha hecho lo posible para satisfacer a sus clientes. Hoy en día, los pescados más vendidos son los bocachicos y las mojarras, el costo de la mano, que son cuatro unidades, varía entre 12.000, 15.000 y 20.000 pesos dependiendo de su tamaño.


Aníbal, quien viste con bermudas, camisas y chancletas para sentirse cómodo durante su labor, lleva consigo la mochila en la que guarda el dinero y demuestra orgullo por el progreso que ha tenido su trabajo. Añade que ahora no solo es él, sino que se ha convertido en un negocio familiar, pues su hermano Avivar se unió a este comercio hace 21 años, y sus sobrinos, quienes aún son estudiantes de colegio, trabajan con ellos para rebuscarse y suplir sus gastos.
Los demás negocios fueron posicionándose en la Torre del Pescao’ en los últimos 5 años, desde entonces han presentado problemas con la policía por invasión al espacio público, sin embargo, los comerciantes han hecho lo posible para conservar su trabajo, asegurando que son aproximadamente 30 familias que dependen de los negocios que allí se ubican.
Una segunda torre eléctrica disfrazada de restaurante se encuentra al frente del boulevard, con un pequeño muro en la mitad que divide la cocina improvisada, del lugar en el que se sirve la comida, este último repleto de mesas en las que se asoman los platos por lavar, poncheras, calderos grandes, canastas, cavas y demás artículos de cocina. Si bien es cierto que hay objetos por doquier, también hay más de 10 personas uniformadas de rojo haciendo su labor en el estrecho espacio, hay quienes lavan la loza, quienes preparan la limonada, limpian los pescados, cuentan el dinero y quienes sirven y empacan la comida.

EL DATO
En abril del 2019 la alcaldía de Soledad se comprometió a desalojar y reubicar a los comerciantes de la Avenida Las Torres, esto con el fin de evitar el riesgo al que se someten diariamente al estar cerca de una torre eléctrica de 110.000 voltios, sin embargo, luego de dos años se sigue esperando la toma de medidas preventivas.
El restaurante La Mona Aníbal funciona aproximadamente hace 15 años, siendo el primero y el más grande de la zona y regido bajo la administración de Yackeline Méndez, esposa del comerciante Aníbal Arias y creadora de la idea de instalar allí el punto de comida, mismo que hasta el día de hoy abarca todo el espacio de la torre y al medio día es invadido por muchos ciudadanos que se deleitan con la excelente gastronomía que identifica al lugar.
Méndez menciona que, aunque muchos creen que su especialidad es el pescado, realmente los clientes aclaman y defienden indiscutiblemente la delicia del arroz de coco, un alimento tradicional de la costa y que junto a patacones, pescado y ensalada puede ser degustado por un precio variable entre 10.000, 12.000, 15.000 y 20.000 pesos.
“El éxito de mi negocio se debe también porque el producto es fresco. Aquí todo se hace al aire libre, los clientes pueden ver y escoger lo que quieren comer”, afirma la dueña del restaurante sin despegar su mirada del pescado que frita y a su vez, recibe el pago de unos clientes.
Yackeline igual que sus empleados está vestida con un uniforme rojo y una pañoleta que cubre su cabello para mantener la higiene de sus comidas, aunque normalmente trabaja en la cocina, eso no le impide examinar constantemente el buen funcionamiento de su negocio, siempre está al tanto de sus clientes, quienes ocupan el mayor espacio de la torre y entre el ruido deben alzar sus voces para lograr ser escuchados por los meseros y estos tomen sus pedidos.

Así como el comercio de su esposo, la pandemia afectó gravemente la economía del restaurante, y aunque en ocasiones decidían abrir durante la cuarentena, los policías siempre se acercaban para obligarlos a cerrar y así prevenir el contagio del covid-19.
“Ellos antes molestaban mucho por lo del espacio público, pero dejaron de hacerlo cuando les dije que era desplazada por la violencia y que aquí le doy empleo a 21 personas. Igualmente yo cerraba el negocio en la cuarentena porque entendía la situación, y así evitaba más inconvenientes con la policía”.
En los límites de Barranquilla y Soledad se halla la avenida Las Torres, donde los trancones se hacen cada vez más comunes gracias a los carros que se estacionan en la rotonda y quienes causan la poca organización que caracteriza al lugar, especialmente al medio día de los domingos y festivos.
Andrés López, un taxista de 40 años que almuerza en el restaurante la Mona Aníbal desde el 2019, afirma que el boulevard se ha convertido en una zona comercial, y que muchos barranquilleros y soledeños disfrutan de los almuerzos que son vendidos en los puntos de comida y también suelen comprar los pescados en la torre. Añade que algunos ciudadanos se han quejado del estado de descontrol de la avenida en hora pico, e incluso han denunciado para que los negocios sean despojados.
Alrededor de cuatro restaurantes más invaden todo el espacio de la rotonda, algunos de ellos se encuentran allí hace más de 10 años, como El sabor de mi negra, otro de los tantos negocios que ha sabido posicionarse y crecer independientemente de la competencia entre ellos mismos y los problemas con las autoridades. La Torre del Pescao’ se ha convertido un lugar icónico y un punto de referencia para la ciudad, odiado y amado por muchos ciudadanos, pero que indiscutiblemente significa el sustento de muchas familias.
*Keimmy García, Jaime Ortega y Juan Cañarete son estudiantes del Programa de Comunicación Social Periodismo de la Uniautónoma del Caribe
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