Por ANUAR SAAD
Barranquilla, otra vez, dio una lección de resiliencia. Es esta misma Barranquilla que ha sido la ciudad capital que se ha esforzado por bajar los índices de pobreza en la última década (pasó de 43 a 21 por ciento), pero que también sabe que aún necesita consolidar las condiciones de bienestar de familias que son muy dependientes de la abundante economía informal, y que son esas mismas que se han visto duramente golpeadas durante la pandemia.
Y es que la pandemia, como un fiero monstruo de ocho cabezas, ha mantenido contra las cuerdas a todos los dirigentes en el mundo: desde el líder de una pequeña comunidad hasta los alcaldes de ciudades como Nueva York, Madrid, París y Roma.
Los barranquilleros lo sufrimos. Y el alcalde Jaime Pumarejo vivió en carne propia el flagelo de una pandemia para la que nadie estaba –ni aun está—preparado. Las cifras eran atemorizantes; el temor por el colapso en hospitales fue evidente y llovían culpas y acusaciones por todos lados. Pero, a pesar de la tormenta mediática, supo ajustar donde debía y lograr que la ciudad fuera, poco a poco, sobreponiéndose a la catástrofe sanitaria: de los primeros lugares en noticias de contagios y muertes pasó a ser referente en la lucha contra el coronavirus.
Y como dicen, las cifras son las cifras y hay que darlas. Así como en medios y redes se multiplicaron hace unos meses las noticias de la baja imagen del mandatario y cuestionaban sus estrategias (inclusive en este mismo espacio) Lea aquí la columna ¿Y qué pasa en Barranquilla? es justo reconocer que mientras nos sumíamos en el pesimismo, el alcalde Pumarejo con el apoyo de su equipo de trabajo, pudo administrar bien la emergencia sin permitir que la ciudad se paralizara.
Por eso, una vez alcanzó el pico, empezaron a bajar las tasas de contagio y letalidad casi como un efecto espejo y, al mismo tiempo, se iban dando las condiciones para que Barranquilla fuera la ciudad capital con la menor pérdida de empleo durante la pandemia ejecutando apertura gradual y responsable por sectores que fueron, de a poco, aportando a la recuperación económica. Y eso, lo avalan sus cifras de favorabilidad: las últimas dos encuestas (Guarumo con el 64 % y el CNC con el 80 %) lo posicionan entre los mandatarios locales con mejor imagen.
Y en esto, hay que reconocer que el gabinete de crisis funcionó: el pico llegó en el momento en que estaba previsto, lo cual permitió que las estrategias que se diseñaron funcionaran dentro de lo planeado.
En Barranquilla, la administración no “escondió” a los muertos ni a los contagiados. El gobierno se dedicó a buscar hasta los que no tenían síntomas para tomar mejores decisiones. Por eso Barranquilla puede ufanarse de ser en Colombia la ciudad con más pruebas por 100.000 habitantes, un indicador que está por encima de países como Chile, Panamá y Uruguay, que son los más activos de la región en aplicación de pruebas.
Pumarejo jamás perdió de vista la fragilidad en que quedaban los más necesitados. Esos sectores vulnerables golpeados, además de la crisis sanitaria, por el encierro de la cuarentena que les impedía lograr el sustento. Y fue así como durante la emergencia el Distrito entregó más de 500.000 ayudas alimentarias y concedió créditos a los pequeños y medianos empresarios por más de 50.000 millones. En los cercos sanitarios en las zonas con mayor riesgo, se llegó a esas comunidades con pruebas permanentemente, asistencia alimentaria, control a la salida y entrada de personas, dotación de medicamentos y vitaminas, entretenimiento en la distancia para combatir el tedio y, claro, medidas de autoridad cuando fue necesario.
En Barranquilla, la administración no “escondió” a los muertos ni a los contagiados. El gobierno se dedicó a buscar hasta los que no tenían síntomas para tomar mejores decisiones. Por eso esta ciudad puede ufanarse de ser en Colombia una de las urbes con más pruebas por 100.000 habitantes, un indicador que está por encima de países como Chile, Panamá y Uruguay, que son los más activos de la región en aplicación de pruebas.
Trabajando de la mano con las cifras al día y sus tendencias, el equipo de gobierno fue capaz de apretar cuando se debía e ir dando libertades de a poco cuando había condiciones. Los picos y cédulas, algunos más severos que otros, dejó en las calles solo a un tercio de la población. Se implementó la ley seca porque en algunas zonas la patrulla anti covid tenía que desmontar hasta 100 fiestas por fines de semana y, cuando las condiciones lo ameritan, también se decretó toques de queda: hasta la fecha, las autoridades han impuesto 60.000 comparendos y aún hoy, en medio del aislamiento inteligente, los patrullajes siguen clausurando fiestas; negocios sin bioseguridad e imponiendo rigurosas multas y suspensiones. En las últimas semanas casi mil fiestas se han apagado y se han impartido casi 1.200 comparendos.
El sector salud, debilitado históricamente, logró aumentar de 411 a casi 700 camas UCI y sortear con éxito, en medio de la polémica y denuncias ciudadanas, las fricciones con las EPS en las que el gobierno tuvo que intervenir para que pudieran trabajar mancomunadamente.
Pero Barranquilla tiene todavía tareas pendientes. Atender la problemática repetitiva de barrios como Rebolo que naufraga cada vez que llueve; la definición de lo que va a pasar con el Amira de la Rosa; abrir más espacios para el fomento cultural, social y artístico; la construcción de ciudadanía y reforzar la seguridad (mal que aqueja a la ciudad desde hace lustros), son deberes pendientes sobre los que hay que empezar a actuar sin dilaciones.
El alcalde debe saber que hay un gran reto por delante: con el Plan de Desarrollo Soy Barranquilla, el gobierno se dispuso a crear 70.000 nuevos empleos, pero ahora, por cuenta de la pandemia y la crisis generada por ella, tiene que generar esos 70 mil, más los 169.000 puestos de trabajo que se perdieron con el virus. Una tarea nada fácil, pero en la que el alcalde parece estar dispuesto a jugarse sus cartas.
A pesar de la recesión y de la baja en recaudos en impuestos, cada día hay anuncios de obras de infraestructura que benefician a grandes sectores de la comunidad. La macro intervención de los caños; el proyecto ecológico en Mayorquín y la intervención de las playas de Puerto Mocho; los nuevos espacios que se están entregando para manifestaciones artísticas, culturales y recreativas; la intervención del centro histórico de la ciudad, entre otros, son ejecutorias contempladas dentro del plan de desarrollo, cuyas etapas de diseño y presupuestario nunca se paralizaron durante la pandemia y que tiene como meta, según los anuncios oficiales, invertir 5.2 billones, que desde el Estado permitirán reactivar la economía.
A pesar de que hay logros evidentes, cuyas cifras y muestras de avances están ahí, al escrutinio de todos, aún falta lo más importante: mantener el contagio de covid-19 en los niveles más bajos posibles y octubre es un mes clave en ello: prevenir el rebrote, debe ser en este momento una de las más grandes prioridades.
Porque cuando ya se habla de rebrotes graves en capitales del mundo y el Ministerio de Salud en Colombia alerta sobre posibles nuevas olas graves de contagios, los barranquilleros deben ser conscientes que el auto cuidado, el respeto a las normas de control y entender que el virus no se ha ido, es fundamental para no volver a regresar a lo vivido meses atrás: sería un golpe mortal a la salud ciudadana y a la estabilidad económica de la ciudad que apenas se está recuperando.
El trabajo constante y sin tregua, y el apoyo de un equipo de gobierno conectado con la realidad y las necesidades de la ciudad, parecen ser el secreto del timonazo de Pumarejo que ha sido capaz de revertir las encuestas (que siempre serán polémicas se gane o se pierda) y estar hoy gozando de positiva favorabilidad.
Y esto no es gratuito: es el reconocimiento a quien supo recomponer el camino, enfrentar todas las secuelas y consecuencias derivadas de la pandemia y ser capaz, además, de seguir ejecutando un plan de desarrollo, que esperamos, entregue al final de su mandato una mejor ciudad para todos los barranquilleros.
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