Dean Nelson escribe para el New York Times, el Boston Globe, Christianity Today y en otras publicaciones internacionales. Ha sido merecedor de diversos premios por sus reportajes y escrito 14 libros. Es PhD. en periodismo con una maestría en Literatura. Hace un análisis del periodismo de hoy.
Por ANUAR SAAD
Es un viajero incansable. Hoy puede estar en Tanzania, escribiendo sobre los miembros del Partido de la Pantera Negra que viven en el exilio, o en Kosovo, escuchado los relatos dramáticos de las víctimas del terrorismo.
Ha visto de cerca la fuerza brutal de la naturaleza en la destrucción que dejó a su paso el huracán Katrina en Nueva Orleans o en Haití, como testigo de la devastación que un mortal terremoto provocó a su paso por esa isla. Otro día está en Roma, persiguiendo los detalles sobre la canonización de la Madre Teresa, o en el Tibet, donde contó la historia de los monjes víctimas de una implacable persecución religiosa para después relatar, en Croacia, la historia sobre esa pequeña parte de Europa que aspira reinventarse después de su separación de la Unión Soviética.
Dean Nelson, ese periodista de tiempo completo experto en temas religiosos y científicos, ha recorrido el mundo cubriendo a profundidad historias de interés humano. El mismo que dirigió el programa de periodismo en la Universidad Point Loma Nazarene en San Diego, Estados Unidos, y que en Barranquilla habló de lo que más le gusta: de periodismo
A simple vista nada lo diferencia de cualquier turista norteamericano de paseo por las murallas de Cartagena. Viste descomplicado; calza tenis que no combinan con su ropa y su rostro bonachón y desprevenido oculta al aventurero contador de historias, el mismo que no desaprovecha un instante para reafirmar que el mundo está hoy ante un periodismo distinto –ni mejor ni peor—sino diferente. Uno que requiere de un periodista polivalente, capaz de ser multimedial pero con un alto conocimiento del contexto de las historias. Uno que sea capaz de interpretar la realidad, que pueda narrar con estética pero que al mismo tiempo mantenga su lealtad con la verdad.
Par él la las fake news no son nada nuevo. –Siempre ha existido la mentira en el periodismo- afirma, al tiempo que advierte que, afortunadamente, la verdad tarde o temprano siempre sale a flote. “El periodista moderno no está amarrado a la objetividad. Es subjetivo, capaz de interpretar la realidad, pero en el marco de la ética, requisito fundamental para ejercer el oficio”, remata.
Dean Nelson escribe para el New York Times, el Boston Globe, Christianity Today, y en otras publicaciones nacionales. Ha sido merecedor de diversos premios de la Sociedad de Periodistas Profesionales por sus reportajes y ha escrito 14 libros. Es PhD. en periodismo de la Universidad de Ohio, con una maestría en periodismo y otra en Literatura.
Para Nelson, el Internet ha producido efectos contradictorios en el ejercicio del periodismo en todo el mundo. “Por un lado es mucho más fácil, pero también más difícil ejercer la profesión”, sentencia. Y lo explica diciendo que si bien hoy la información está más cercana, casi que al alcance de la mano y se puede gozar de mucha más inmediatez, es, precisamente, por la búsqueda de ser más inmediato, que el periodista cae en el error. Es imprescindible que se verifique mucho más la información. No se puede hacer periodismo guiado, por ejemplo, solo por las redes sociales. Lo que se publica debe ser producto de una honesta verificación. Hoy –asegura— el lector no recuerda más al que da la información primero, sino al que la da correctamente. Hay una alocada carrera por dar la información de primero, que solo genera «noticias falsas».
Este acucioso contador de historias, estudioso del periodismo y sus fenómenos, es un académico que disfruta compartir sus conocimientos y que de ninguna manera concibe la objetividad como premisa fundamental sobre la que debe girar el periodismo.
Y así lo explica: “Cuando tenemos varios temas sobre los que trabajar, y nos decidimos por uno, ya, desde ese momento, murió la objetividad. Elegir un temas sobre otros es un ejercicio de la subjetividad. Así como encontrar el punto de vista, los detalles relevantes, hasta la voz en la que contaré la historia”.
Aconseja no quedarse solo con una mirada de los hechos. Para él, múltiples voces deben ayudar a contar las historias desde todas las perspectivas posibles. “Es importante sondear varias opiniones para tener una percepción más clara de los hechos, algo que debe afinarse desde que se está cursando la carrera”. Es que es un convencido de que el aspirante a periodista que pasa por la Universidad debe aprender a echar mano de todas las herramientas posibles y a moverse en los distintos medios. “Hay que ser diestro con la escritura, pero también ser capaz de producir contenidos multimedia o crear una infografía, pero en lo que la Academia debe hacer énfasis, es en la enseñanza del contexto”.
Y ese contexto está representado en fundamentaciones filosóficas, conocimientos políticos, económicos y sociales. Un periodista debe ser un hombre de mundo, afirma Nelson, pero con profundo conocimiento del mismo. Un periodista –prosigue- debe cultivar y poner en práctica aquello que nos identifica como seres humanos: la ética.
No es un secreto que hoy, en las salas de redacción de diarios y revistas, hay montañas de periodistas preparados para cubrir álgidos conflictos. Para cubrir la guerra, la muerte y la desolación. Pero hay que apostarle a la formación de periodistas que sean capaces de contar historias humanizantes, representativas y hasta personales. Historias que en vez de guerra, promulguen paz.
“En el mundo siempre existirá el conflicto. Pero también hay otras historias que contar: la compasión, el sacrificio, el amor y la esperanza. Todos ellos valores que van más allá de la maldad”. Un periodismo más humano, será sin duda un mejor periodismo. Ese mismo que, más allá del dato, las estadísticas o las cifras, nos muestran a los verdaderos protagonistas de las historias: a los hombres y mujeres de carne y hueso, como nosotros, con las mismas alegrías, tristezas, logros y sufrimientos. Historias que sin importar si se producen en Haití, Kosovo, Croacia, Nueva Orleans o El Vaticano, deben despertar sentimientos y sensaciones que las vuelvan universales. El periodismo moderno, el buen periodismo, es el que deja ver al ser humano que hay en medio de la historia. Un ser humano como como nosotros, que muchas veces queda escondido detrás de una montaña de datos.
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