Lionel Messi es el goleador histórico de la Selección Argentina. Desde 2016, el 10 superó a una gloria como Gabriel Omar Batistuta y sus 54 tantos, y aumenta cada vez la diferencia. De esos 79 gritos en 153 partidos, 43 fueron de jugada, 22 de penal, 8 de tiro libre, 5 con derecha y 2 de cabeza. Y así alcanzó y superó el récord de Pelé como máximo goleador de una selección sudamericana.
Lo de hoy ante Bolivia fue completo: victoria, tripleta y récord.
La fiesta no puede ser más perfecta. No falta nada, de nada. Están todos los invitados al banquete celestial, con esa Copa América mágica que Messi ofrendó a los fieles. Hay celebraciones de principio a fin. Hay canciones, ovaciones y una victoria tan necesaria, que por momentos quedó en un segundo plano. El Monumental pareció ser una continuidad del Maracaná.
Dos meses después, la Selección sigue de gira y deliró en Núñez, con la gente. Ese público que le dio el broche de oro al nuevo récord de Messi, porque no hubiera sido lo mismo superar a Pelé sin esos gritos furiosos de tres goles, esos que cada uno de los más de 20.000 espectadores tenía guardados desde hace más de un año y medio, cuando fue la última vez que se pudo ir a la cancha.
Argentina se enfila hacia Qatar y achica la distancia de 13.306 kilómetros que separan Buenos Aires de Doha. Y lo hace en un plano casi ideal. Casi que no hay controversias, todo es paz y amor, y esto, si se trata de la Selección, no es moneda corriente. Por eso, Messi disfruta a pleno, después de tantas pálidas. Porque entiende que la construcción continúa, que el equipo debe seguir creciendo si sueña con tener un papel protagónico en el 2022. Entonces, el Diez regala una fantasía atrás de la otra para dejar en claro que ganará un nuevo Balón de Oro, que sigue estando en el trono. Y se toca el parche de campeón. Una historia perfecta.
Bolivia parecía un invitado a un festejo ajeno. Y el visitante intentó mostrar que se estaba jugando un match por los puntos poniendo pierna fuerte, apostando a amedrentar a Argentina en cada una de las divididas. Mientras el público se daba tiempo para homenajear a Maradona, corear el nombre de Scaloni como casi no pasó con ningún DT en este siglo, acordarse de los ingleses y «de la lluvia de mierda no quiere parar, los brazucas que no paran de llorar», la Selección sacó a pasear su estilo. En un PT desparejo, con puntos de excelencia en Messi, en Paredes recuperando alto y en Di María pasando rivales como conos, aunque en el debe estuvieron los excesos de confianza que asustaron al debutante Juan Musso, porque la Argentina intentó salir jugando casi desde el área chica y que Lautaro no estuvo fino. Pero el análisis casi se termina cuando Messi decide pagar la entrada de todos, con ese caño, con ese golazo, con ese Messi, Messi a modo de reverencia.
TOMADO DE LA REVISTA OLE
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