24 de abril de 2025

La inseguridad: la otra pandemia en Barranquilla

Por ANUAR SAAD

Barranquilla y otras principales ciudades del país, son víctimas de una nueva pandemia. Una que no da fiebre; ni resfrío; ni te quita el sentido del gusto y tampoco te pone a toser. Es una pandemia distinta, para la que parece, no existe ningún tipo de vacuna. Es una tan alarmante y grave, que, en uno de cada diez casos, la víctima muere.

Los síntomas de esta pandemia que aterroriza a los barranquilleros y que, según dicen las noticias, azota a Bogotá, Medellín, Cali y Cartagena, son varios: imposibilita socializar en una terraza; no te deja hablar por teléfono en la calle; restringe tus caminatas mañaneras y, simplemente, te prohíbe sacar un dinero de un cajero electrónico, incluso, si estás dentro de un centro comercial.

Y es que la inseguridad en Barranquilla ha traspasado todos los umbrales. En la ciudad en la que tratamos de sobrevivir hoy, ya no te preguntan cuando te encuentras con un amigo ¿cómo amaneciste? Te preguntan… ¿Ya te atracaron? Y es que los atracos están a la orden del día y en todas las posibilidades imaginables: cuando sales a caminar a un parque cercano; cuando esperas el bus –si es que no han matado al conductor—en una parada en tu barrio; luego de salir del banco con aquellos pesitos que aliviarán tu quincena o cuando estás compartiendo, con amigos incautos como tú, afuera o a dentro de un sitio de comidas.

Ellos van por todo: por tu maletín, por tu celular, por la cadena que te regaló tu abuela, por los zapatos Nike que tu tío te mandó desde Miami, por la gorra de los Yankis que él no sabe que es chimba, por los nueve mil pesos de la billetera y, lo peor, es que a veces van por tu vida.

Sobre el aumento de los homicidios en la ciudad, las disputas por el control de mercados y rentas ilegales entre actores criminales que compiten en el mismo territorio, son un elemento diferencial que empuja el crecimiento delictivo.

Un estudio de la universidad del Norte, citado por el diario El Tiempo, señala que “El sicariato es una herramienta indispensable para la consolidación de poder de una organización delictiva en proceso de reordenamiento o expansión, especialmente en escenarios territoriales afectados por la pandemia”.


Ya el alcalde Pumarejo ha denunciado que el llamado ‘Clan del Golfo’ al igual que otras bandas criminales, tienen ahogada no solo a Barranquilla, sino a toda su área Metropolitana en esa guerra sin fin por lograr el control del territorio.

Los barranquilleros hoy –al igual que los bogotanos que soportan cada hora once atracos y ya llevan 37 mil en lo corrido del año, afirman que las restricciones que no logró el coronavirus, las está logrando la inseguridad. Muchos, prefieren no salir de sus casas, pedir la comida a domicilio y pagar desde la virtualidad, que exponerse en cualquier calle de la ciudad a ser víctima de los amantes de lo ajeno. ¿Lo peor? Estamos ante una nueva generación de delincuentes que, más que atracadores, son asesinos. Lea aquí: ¿Atracadores o asesinos?  Tan peligrosos y desalmados, que la vida para ellos vale menos que un celular viejo.

Las cifras hablan por sí solas: solo en el mes de agosto, de los 58 homicidios registrados en el Atlántico 34 se han registrado en Barranquilla. En lo corrido del año, el Atlántico reportó 428 homicidios, de los cuales 238 corresponden a la capital. Los hechos violentos, en los que hay víctimas de distintas condiciones, edades y clases sociales, potencializan el miedo. Cada suceso que es repetido hasta el cansancio por las redes, llevan el imaginario de la inseguridad a niveles apocalípticos: la percepción de ciudad, hoy en día, está ligada al atraco; el vandalismo, el asalto y el asesinato. Lea aquí: Atracos y homicidios crecen en Barranquilla

El alcalde Jaime Pumarejo ha tratado de implementar medidas que ayuden a mitigar esta nueva pandemia: más fuerza pública en las calles: rondas de efectivos del ejército nacional; cámaras de vigilancia de sitios privados, en llave con la Policía; “pacto social contra el atraco”; incentivar la denuncia ciudadana y otras más que, para desventura de los barranquilleros, aún no recogen los frutos que deseamos.

Nadie está a salvo: ni la dulce abuelita que compartía un pedazo de bizcocho y una coca cola con sus nietos en la terraza sentada en su silla de ruedas, ni un bebé de un año de nacido que muere en medio de un tiroteo durante un atraco. La pandemia De la inseguridad tiene distintas cepas: a veces, viene “un virus solitario” que te espera en una callejuela y te asalta; otras veces, la mutación se da en “células gemelas”: dos atracadores en moto que hacen su trabajo, intimidándote con arma de fuego. Y si tus “defensas están muy bajas”, puedes ser víctima de un ataque viral masivo: tres, cuatro y hasta cinco delincuentes motorizados que te asaltan en tu vehículo o cuando vas a pie.

En las redes sociales también se tejen otras múltiples versiones sobre las posibles causas de los actos criminales: una, es que los migrantes venezolanos han multiplicado la inseguridad; otra, que la pandemia dejó a muchos en estado de pobreza; o que el desempleo empuja a la delincuencia y que la inequidad social son cada vez mas grandes. Razones respetables, pero que en el fondo, son totalmente injustificables: la pobreza no es sinónimo de delincuencia, así como ser venezolano no debe ser causal de estigma. Esta pandemia, en realidad, no es nueva: nos viene minando desde hace décadas, pero ahora, producto de una serie de causalidades y avivada por bandas criminales organizadas en disputa de la ciudad, ha hecho metástasis.

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Y esta inseguridad, esta misma que nos desalienta para salir a disfrutar de los espacios de nuestra ciudad, parece no tener vacuna a la vista. Porque, ni siquiera en la intimidad de tu hogar, estás a salvo de la delincuencia demencial que nos está ahogando a todos: estamos soportando una pandemia delictiva, de la que ya no hay donde esconderse

 

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