23 de marzo de 2025

Un paraíso de historias olvidadas en el centro de Barranquilla

Por: Keimmy García, Jaime Ortega y Juan Cañarete.*

La antigua casa Vargas, situada en la Avenida. el Progreso #33 – 51, ha convertido su primera planta en el hogar de las miles de historias que se encuentran plasmadas en los libros que allí reposan, dividida por dos pasillos en los que se observan cubículos tan pequeños, que hoy son las viviendas de muchos libros.

Sin embargo, el espacio es insuficiente, lo que obliga a los vendedores a colocar los textos restantes en el piso y en los alrededores del lugar, mientras las cálidas paredes están adornadas con fotografías del antiguo centro y afiches del equipo de futbol de la ciudad.

Justo en frente de la plaza de San Nicolas, está este lugar que acogió durante varios años a los vendedores que se vieron obligados a despejar la plaza y fueron trasladados a la antigua casa Vargas en el año 2014, gracias a un proyecto iniciado por el distrito de Barranquilla que tenía como objetivo recuperar el espacio público de la ciudad.

José Arteta, un veterano de 79 años, aún se muestra molesto ante el traslado que vivieron en el 2014, y asegura que los “obligaron a despejar la plaza y que hoy su lugar es reemplazado por trabajadoras sexuales, indigentes y personas dedicadas al microtráfico de drogas”. La problemática que menciona el anciano puede observarse al pasearse por la plaza, especialmente, bajo las sombras que crean los árboles encontrados alrededor de la iglesia, situación que genera una mala imagen para los pocos turistas que se acercan al lugar a plasmar en fotografías el recuerdo de la visita.

Hace falta vigilancia constante, no de vez en cuando, sino, no funciona para nada”, afirma Arteta quien se dedica a la venta de libros desde el año 1971, lo que lo convierte en el vendedor más antiguo de los que se encuentran en el centro cultural del libro, y que se caracteriza por vestir de camisa larga, pantalón, correa y zapatos clásicos que denotan elegancia ante los demás vendedores.

Para estos libreros su mejor época suele ser entre enero y febrero, donde inicia el periodo escolar y la venta de libros aumenta. Sin embargo, los pasados dos años fueron terribles, tanto, que había días en que no se vendía un solo libro. Ni siquiera la Baldor, que es el más vendido. Y la culpa fue de la pandemia y sobre todo del encierro que conllevó la cuarentena en el país.

Por su parte José de la Cruz, mejor conocido en el lugar como “Baranoa”, un hombre de 55 años de edad, proveniente del municipio del que deriva su apodo, se dedica al comercio de libros desde hace 27 años y afirma con tristeza que el gremio de los libros ha sido uno de los más golpeados por la baja tasa de lectura en Barranquilla, la pandemia y la tecnología, asegura que los nuevos libros digitales han bajado a gran escala la venta, y el nuevo coronavirus contribuyó a la decadencia económica que significaron estos últimos años.  

EL DATO

Según la Encuesta Nacional de Lectura 2017 del DANE, la capital del departamento del Atlántico es la tercera ciudad del país que menos lee, el promedio de libros leídos en los barranquilleros es de 4.3 al año, y los libreros demuestran preocupación por este problema cultural-

Los libreros insisten que la revolución digital ha hecho que niños y jóvenes abandonen por completo el hábito de la lectura de libros “de verdad verdad” como los llaman ellos.

Los vendedores de libros afirman que las horas se hacen eternas en la espera de un cliente, y para muchos, su pasatiempo suele ser sumergirse en las historias que cuentan sus textos. De la Cruz, testifica que sus favoritos son de superación personal, y que ha leído varios libros del famoso escritor Walter Riso.

Por su parte, Alberto Simancas, un librero de 65 años, indica que además de ser un pasatiempo que disfrutan, es también una forma de aumentar el control y el conocimiento sobre su negocio, asevera que leer su mercan6cía es una gran ayuda para reconocer los textos, y así, poder guiar a aquellos clientes que necesitan libros de un tema en específico, pero desconocen cuál sería de mayor utilidad.

El centro cultural del libro es testigo de los lazos de amistad que han formado y conservan los libreros durante décadas, si bien es cierto que su competencia se encuentra entre ellos mismos, el compañerismo predomina en todo el lugar cuando sin recelo alguno, recomiendan a sus clientes los productos de los otros vendedores.

Este lugar, es testigo también de las charlas que durante horas mantienen los comerciantes, en las que cuentan diversas historias y vivencias que comparten, recuerdan entre risas y nostalgia las tediosas épocas lluviosas que presenciaron en la plaza de San Nicolás, cuando los fuertes vientos invitaban a los aguaceros a entrar a las carpas en las que se refugiaban, y a pesar de cubrir la mayoría de los libros, las lluvias lograban mojar muchos de ellos y provocar la angustia de sus vendedores. Por ello, aseguran que a pesar de haber disfrutado mucho más su trabajo en la plaza, la antigua casa Vargas los ha acogido de forma agradable y les ha permitido posicionarse en un lugar estable y más refugiado.

El centro histórico de la puerta de oro de Colombia, conserva sus calles llenas de vida y trabajo por doquier, inundado de una gran variedad de negocios que hacen parte del día a día de muchos barranquilleros, algunos que presentan constantes golpes y logran recuperarse, mientras otros, como el comercio de libros, permanecen sumergidos en el abandono, olvidando así los esfuerzos de muchos vendedores y las miles de historias valiosas que sus libros tienen por contar. 

* Keimmy García, Jaime Ortega y Juan Cañarete son estudiantes de la asignatura de Crónica del Programa de Comunicación Social de la Uniautónoma del Caribe.

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