Por Anuar Saad
Mientras todos esperaban una solución definitiva al sistema de prestación de energía eléctrica en la Costa Caribe, el problema con la luz en la Región, en vez de mejorar, empeoró.
Aunque nadie creería posible que el servicio pudiese ser más malo de lo que era cuando el consorcio español (¡Ay los españoles!) regentaba su destino, la verdad –poniéndonos la mano en el corazón—es que ahora es peor. Y es peor porque, aparte de seguir siendo malo es, para colmo, mucho más costoso.
Las protestas masivas de los últimos días en distintos barrios de Barranquilla, donde los moradores de estratos 1 y 2 blandían escandalizados recibos que llegaban a los 500 mil pesos, son una pequeña muestra de la escalada del consumo de energía.
Increíblemente, una ciudad que por su tipología climática requiere de mayor consumo para aliviar el asfixiante calor, el kilovatio es el más caro de Colombia: es decir, nos penalizan el hecho de que necesitamos más, cuando debería ser lo contrario.
Ya la poca paciencia que les queda a los habitantes se está acabando.
El servicio que presta la empresa Air-e es deficiente. Los cortes frecuentes están enmascarados en «mantenimientos masivos» y cada vez es más común ver explosiones de transformadores que terminan dejando a todo un barrio por horas (y hasta por días) sin el servicio de energía eléctrica.
En todo este tira y jale los únicos perjudicados son los usuarios que no tienen quien los oiga: el gobierno nacional hace caso omiso a las súplicas de los habitantes de la región caribe y la empresa prestadora del servicio acosa con megáfonos en las puertas de usuarios que no han podido pagar sus recibos, sometiendo a la comunidad al escarnio público.
Y es que si algo está absolutamente demostrado es que las astronómicas cifras de las facturas son indignantes. Porque no hay algo que disguste más que pagar por algo de mala calidad o, peor, por un servicio que a veces ni siquiera se recibe.
Esta etapa recorrida con la empresa que las autoridades locales pensaban que iba a ser la solución al final resultó más de lo mismo: apagones, subidas de voltaje, explosión de transformadores y todo ello agravado con un recibo mucho más costoso.
Y no hay derecho a protesta. Porque cuando el usuario desesperado se acerca a la oficina, la sentencia es fulminante: pague primero y reclame después.
A este paso, en el caribe colombiano ya no quedará esperanza por un servicio más confiable y equitativo. Porque con los costos de hoy, ya no podremos ni ver la luz al final del túnel.
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