El desacuerdo –seguramente comercial—con la casa dueña de los derechos que es Televisa de México que permitía la reproducción de los episodios, ha perjudicado a más de tres generaciones de fanáticos del humor sinigual del magistral comediante mexicano.
Por ANUAR SAAD
Como si las malas noticias que nos deja la pandemia que nos socializan a través de los tétricos reportes del Ministerio de Salud –esos que leemos con espanto porque cada día supera al anterior en contagios—no fuera poco, ahora nos disparan, así, a bocajarro y sin anestesia, lo que sería la “cereza del pastel”: El Chavo, Chespirito y El Chapulín Colorado, no se verán más en la pantalla chica del mundo entero.
No sé qué cara hubiera puesto mi padre, ese gigantesco emigrante libanés que jamás aprendió a hablar el español con fluidez, si viviera y le dieran la noticia, así como a nosotros, de un solo sopetón. Mi viejo, que se perdía en correrías propias de su negocio de vender telas por todo el país, cuadraba sus vuelos de manera tal, que no interfirieran con las emisiones de El Chavo o Chespirito.
Muchos años después, cuando el programa se había dejado de producir, él, consumidor fiel del humor magistral de Roberto Gómez Bolaños, se levantaba muy temprano la mañana de los sábados y domingos, cuando en un canal nacional repetían las más locas ocurrencias del personaje.
Hasta mi cuarto llegaba su risotada de bisonte, como si dentro de ese cuerpo enorme, habitara en realidad un niño de nueve años.
Y ese gusto de mi padre por los personajes de Gómez Bolaño, lo heredé yo y lo heredaron mis hijas. Recuerdo aquella lejana mañana de lunes, en el patio del Liceo de Cervantes, cuando encontré a mis amigos hablando de un tal Chespirito y yo no tenía idea de quién diablos se trataba. El fin de semana esperé la emisión y desde ese entonces y hasta 45 años después, sigo celebrando cada episodio de El Chavo, Chespirito o El Chapulín.
Es por eso que el desacuerdo –seguramente comercial—con la casa dueña de los derechos que es Televisa de México que permitía la reproducción de los episodios, ha perjudicado a más de tres generaciones de fanáticos del humor sinigual del magistral comediante mexicano.
No puedo explicarlo: pero a pesar de saberme ya los diálogos; de saber de memoria qué va a pasar; cuándo llorará Kiko; cuándo le pegará el Chavo a Don Barriga con la pelota; cuándo El Chapulín gritará “…no contaban con mi astucia”; cuándo la chilindrina se pondría a berrear y cuándo, ¡oh sí! …cuándo el profesor Jirafales iba a llegar con su mismo ramo de flores rojas para que ella, con rulos en la cabeza, le dijera si… ¿quiere pasar a tomar una taza de café? A pesar de saberlo todo, seguimos celebrando esas escenas como si fuera la primera vez que las veíamos. ¿Puede algún experto explicar semejante fenómeno?
Bien lo dijo hace unos días Florinda Meza, o mejor, Doña Florinda, cuando en un tuit se expresó sobre esta polémica: “…aunque no tengo nada que ver porque inexplicablemente no he sido convocada a las negociaciones, creo que justo ahora, cuando el mundo más necesita diversión, hacer eso es una agresión hacia la gente”.
Y sí: es una agresión hacia la gente. Una agresión para los que éramos niños hace 45 años, y a los que somos adultos ahora, 45 años después. Los mismos a los que nos hará falta Chespirito para hacer más llevadera esta cuarentena. Y es que el humor sano, ese que no se burla de nadie, que no estigmatiza ni ofende, ese que logra carcajadas diáfanas y que llega transparente al corazón del televidente, debe salvaguardarse. Más ahora, en un mundo en que la televisión está llena de humor barato, chillón, ofensivo, vulgar y desmedido.
Nunca pensé que lo diría, pero a pesar de cuatro décadas de emisión, hace falta ver al Chavo en la parrilla de programación.
Y eso, me recuerda otra vez a mi padre. Internado en la clínica, de la que ya no saldría, me dijo un día que lo fui a visitar:
-Te dije que esta clínica es mala. No sirve. No me gusta-
– ¿Cómo así? – Pregunté alarmado ¿Te están tratando mal?
Y él me contestó en su peculiar español:
-No majito. Es que la canal esa donde dan El Chavo en la mañana no sale en esa televisor…
Pero mientras no se reconcilien los intereses económicos de hijos, viuda y empresarios de la televisión, todo parece indicar que nos quedaremos sin Chespirito durante algún rato. Y si eso es así… ¿Quién podrá defendernos?
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