No importaba la corriente política. Cuando se trataba de asuntos de la Sierra Nevada de Santa Marta, la conservación del medio ambiente o la preservación de los pueblos indígenas, Danilo Villafañe era una voz autorizada y de peso. A él acudía, sin distinción, el presidente de turno. Lo hizo Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos, Iván Duque y más recientemente Gustavo Petro.
Todos hoy, al unísono, lamentan su muerte. El gobernador indígena, de 49 años, perdió la vida cuando intentaba salvar a una mujer que se ahogaba en el mar Caribe. Al parecer, trataba de rescatar también a dos menores de edad que se ahogaban en el río Palomino. De ese talante era su liderazgo: preservar la vida por encima de todo, incluso por encima de la propia.
Villafañe tenía bien ganado su título como “canciller” de la Sierra Nevada, pues contaba con vínculos políticos y relaciones con sectores económicos que lo hacían un líder social y ambiental no solo con reconocimiento, sino con manejo e influencia al interior de las comunidades de su territorio. Sus banderas no eran otras que la preservación del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático. Desde muy joven las enarboló.
A los 22 años, tras el crimen de su padre –Adalberto Villafañe–, el líder ambiental asumió sus luchas y se propuso llevar desarrollo sostenible a su territorio. Su padre fue asesinado en 1996 luego de asistir a una reunión sobre cultivos ilícitos. Al parecer, detrás estaban grupos armados que pretendían hacer de la Sierra un foco del narcotráfico.
“Adalberto Villafañe fue uno de los primeros líderes de la Sierra, un trabajo que inició entre el río Don Diego y Palomino, zona en disputa con los nuevos colonizadores que llegaron atraídos por el boom de la marihuana. Esto provocó una invasión masiva de campesinos del interior del país en el norte del ecosistema, quienes con motosierra tumbaron mucho monte. Mi padre decidió detener ese crimen ambiental”, recordó Villafañe en una entrevista con larevista Semana.
El gobernador se reconocía como “un indígena rebelde contra los blancos” y no dejaba de reclamar los maltratos y la discriminación que vivió. Sin embargo, reconoció que de su padre aprendió la diplomacia para poder liderar mejor los procesos de comunidades como los arhuacos, wiwas, koguis y kankuamos. “Me dijo que uno debe ser amigo de los enemigos para encontrar apoyo y evitar problemas, que la clave estaba en el respeto y la diplomacia”.
Por cuenta de esa visión negociadora y pausada, en 2011 Villafañe se hizo célebre cuando accedió a que se construyera un proyecto hotelero en el Parque Tayrona, lo que no cayó bien en algunos de los pueblos. Finalmente, la construcción se frustró. Con todo, eso no opacó su trabajo ambiental.
Fruto de esa labor, Danilo Villafañe fue asesor en temas indígenas del Ministerio de Ambiente; trabajó en la Organización de Estados Americanos (OEA), y recientemente fue invitado para participar en las conferencias del clima COP. En 2014 intentó dar el salto al Congreso; no obstante, no logró una curul.
“Estuve en las conversaciones para la construcción de los planes de desarrollo en los dos periodos de Juan Manuel Santos, pero al final tuve una tremenda decepción. Habíamos pactado presupuestos para los pueblos indígenas y varias acciones, pero no se cumplieron. Concluí que la Sierra y sus pueblos no somos importantes para el Gobierno; nos tienen poco aprecio”, dijo en 2022 a larevista Semana.
Hoy, la Sierra Nevada –en particular el cabildo arhuaco Magdalena – La Guajira–, se queda sin una de sus voces más férreas e importantes en la defensa del medio ambiente. Sin embargo, parece haber esperanza: la hija de Danilo, Ati Viviam Villafañe, también se ha destacado por su activismo a favor de las comunidades y hoy, como hizo su padre, estaría llamada a enarbolar las banderas de su familia.
*Con información del diario El Colombiano
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