19 de abril de 2024

Un viaje a través de la memoria y la nostalgia: entrevista a mí mismo

El periodista Carlos Sourdis se pregunta y se responde sobre la creación del Grupo «Personajes y Ambientes Históricos de Barranquilla’ y explica que la nostalgia es la culpable del éxito, mientras deja más abierto el interrogante de que si, efectivamente, todo tiempo pasado fue mejor.

Por Carlos A. Sourdis Pinedo, Especial para Hora en Punto

P. ¿No se siente un tanto tonto, esto de entrevistarse a uno mismo?

R. Bueno, lo de “tonto” ya lo veremos. A lo mejor esto sí termina siendo una absoluta tontería y va a tocar entonces escribir una nota periodística más convencional.

P. Vale, pero vayamos al grano: ¿qué es lo que le ha llevado a crear en Facebook un grupo llamado ‘Personajes y Ambientes Históricos de Barranquilla’? ¿Podría decirme de qué se trata este proyecto?

R. Se vale tutearme. Estamos en confianza… En fin, para responder de manera absolutamente sincera (y yendo contra el consejo que me dio un buen amigo), este proyecto nace, en primer lugar, de la necesidad de dedicar el tiempo a algo entretenido y saludable durante estos meses en los cuales todos los habitantes del planeta nos hemos visto obligados en mayor o menor grado a convertirnos en prisioneros dentro de nuestros propios hogares, incluso dentro de nosotros mismos, debido al virus de proporciones semi-apocalípticas que hoy enluta al planeta.

Hotel El Prado, vista de los años 30

En segundo lugar (pero no menos importante), ha servido para poner en marcha una estrategia efectiva que permitiera rescatar del olvido, del comején y del cubo de la basura a un cuantioso volumen de material fotográfico recolectado durante décadas y al menos cuatro generaciones en el seno familiar. Especialente, en el seno de mi familia materna, entre cuyos miembros parece haber existido una pasión por la fotografía o por el retrato fotográfico que se remonta casi a la época de Louis Daguerre (1787-1851), padre de la fotografía

P. ¿No estás exagerando un poco?

R. Pues sí, algo. La verdad es que no hay ninguna imagen obtenida mediante la técnica del daguerrotipo dentro de la colección fotográfica familiar. De hecho, tenemos motivos para pensar que muy pocos de los retratos que conservamos y que hemos publicado sean anteriores al comienzo del siglo XX pero…

Primeros automóviles. Expedición a Puerto Colombia promovida por los hermanos Urueta Méndez, años 20′.

Boda de Olimpia Osorio (los Osorio eran los propietarios de la mansión hoy conocida como Hotel Majestic) y Federico Arocha (los Arocha eran propietarios de la cercana mansión que hoy ocupa la sede del Atlético Junior), un suceso social de los más importantes en la Barranquilla de 1925

P. Vale, vale, pero sigamos con lo del proyecto… ¿Parece que ha crecido más allá de ser un simple álbum familiar de Facebook?

R. De acuerdo. Y esto es algo con lo que al comienzo del proyecto —que iniciamos una tarde de extremo aburrimiento mi mamá, Julita Pinedo Rosado, mi hermana, Margarita Sourdis Pinedo Whittington, y yo—, no sospechábamos que podría pasar: que la gente no sólo de Barranquilla sino de otras ciudades y de otros países terminaran sumándose a esta iniciativa y empezaran a compartir material de sus propias colecciones fotográficas privadas. Si miramos la cifra de miembros afiliados al Grupo, son ya más de 2.500. ¡De cero a 2.500 en tres meses! Tampoco es ‘como para tirar cohetes’ si se lo compara con el número de seguidores que cualquier ‘influencer’ de medio pelo llega a tener hoy en Instagram. Pero es más la calidad que la cantidad de la participación lo que nos sorprende y al mismo tiempo nos entusiasma y emociona.

P. ¿Por qué?

R. Sobre todo, por la confianza que la gente ha depositado en este proyecto. Algunas personas cercanas opinaron que sería un fracaso, que en este país la gente es muy reservada por motivos de seguridad o por cierta tendencia reacia a compartir la intimidad.  Pero hemos descubierto que, dando el ejemplo, no sólo hemos logrado tocar el corazón de personas de los más diversos caminos de la la vida sino levantar esas barreras. O, mejor aún, demostrar que en lo que tiene que ver con la nostalgia, con la evocación y con lo entrañable de la memoria, estas barreras ni siquiera existen.

Aproximadamente en 1926. Mi tía abuela Matilde Rosado de Pinedo en su despedida de soltera
Por motivos que valdría la pena analizar, esta simple sucursal de la desaparecida cadena Droguerías Nueva York ha batido récords en reacciones y comentarios según las estadísticas generadas por Facebook para el Grupo ‘Personajes y Ambientes Históricos de Barranquilla’.

P. Y no se trata solamente de las fotos de antepasados, por lo visto.

R. En efecto. En este sentido, me llama especialmente la atención comprobar que no es solamente la fotografía de retratos personales (aunque se trate de perfectos desconocidos para quienes contemplan  estos retratos) lo que parece despertar un interés singular entre personas de todas las edades, sino también la fotografía —y la información contextual— de los ambientes o lugares de una ciudad que ya sólo existen en la memoria.

De ambientes que han desaparecido o están a punto de desaparecer del todo. Al comienzo, fue una desaparición paulatina pero con el tiempo se produce de manera cada vez más acelerada y voraz, bajo el arrollador avance de un proceso de urbanización aplastante y que —hay que decirlo—  guarda poco respeto por el poder de la nostalgia y por los dividendos monetarios y culturales que, bien explotada, la nostalgia podría traer.

Esta foto dominical del balneario de Salgar también batió récords según las estadísticas de Facebook. Casi no se ve gente. Sólo carros, pero…

P. ¿Alguna explicación particular para este fenómeno?

R. Pues, ya que lo preguntas, precisamente leía esta semana en un ensayo publicado en el excelente portal aeon.co los resultados de los estudios de Felipe de Brigard, un neurocientífico de la prestigiosa Universidad de Duke (Durham, Carolina del Norte, EU), según los cuales para estimular las áreas del cerebro involucradas en hacernos sentir eso que llamamos ‘nostalgia’ no es necesario ni siquiera poseer recuerdos reales de una época y lugares específicos, sino que basta con ‘imaginar’ estas épocas y estos lugares para despertar en algunos casos un poderoso sentimiento de nostalgia.

P. ¿En serio?

R. Sí. Y resulta coincidencialmente asombroso que el autor del artículo inicie la presentación de sus experimentos en el Laboratorio de Imaginación Modal y Cognitiva de Duke University precisamente con un fragmento de ese maestro de la memoria llamado Gabriel García Márquez, consignado en su ya inmortal novela ‘Del amor en los tiempos del cólera’: “Era todavía demasiado joven para saber que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y que gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado. Pero cuando volvió a ver desde la baranda del barco el promontorio blanco del barrio colonial, los gallinazos inmóviles sobre los tejados, las ropas de pobres tendidas a secar en los balcones, sólo entonces comprendió hasta que punto había sido una víctima fácil de las trampas caritativas de la nostalgia”.

Mi abuela Margot Rosado de Pinedo y su flamante auto deportivo en los años ’30,
Paseo campestre en los años ’20 del siglo XX en donde casi todos los personajes no están identificados. Esto no es obstáculo para que la imagen atraiga la atención.

P. En conclusion…

R. Pues, tal como ambos autores (García Márquez y Brigard) coinciden en señalar, la memoria y la nostalgia que esta desencadena son eso: un artificio, “una trampa caritativa”. Esa misma trampa que causa que entre los comentarios más frecuentes que hacen los miembros del Grupo ‘Personajes y Ambientes Históricos de Barranquilla’ se encuentre ese de que “todo tiempo pasado fue mejor”.  Yo no puedo evitar preguntarme al leerlos: “¿en serio?”

Porque, en realidad, ¿qué saben ellos de ese pasado? Bastaría con recordarles que no había acondicionadores de aire, que las muertes por difteria o durante el parto eran pan de cada día, que no existía internet ni Netflix ni los smartphones para que reconsideren y entiendan la ligereza que existe detrás de las palabras “todo tiempo pasado fue mejor”.

El tajamar occidental de Bocas de Ceniza cubierto del verdor del césped, un simple detalle cromático que causa oleadas de nostalgia.

P. Entonces, ¿todo el proyecto gira en torno a un artificio, a una trampa?

R. De ninguna manera. No cabe duda de que existen valores que la gente echa de menos y que existen estilos de conducta que sería deseable recuperar. Y valores culturales, estéticos, éticos. Y esto también se refleja en esa añoranza que pueden llegar a compartir incluso un milennial recién llegado al Grupo con un octogenario que a diario contempla con añoranza el aspecto que tuvo el barrio, la ciudad donde creció, y recuerda su propia juventud.

Por algún motivo esta desaparecida clínica ‘Los Ángeles’ despertó una emotiva oleada de reacciones entre los miembros del grupo.

P. ¿Cuál crees que sea la clave del éxito que hasta el momento parece estar teniendo esta iniciativa?

R. El respeto. Y no me refiero únicamente al respeto que intentamos imponer las personas que administramos y moderamos la participación y la actividad dentro del Grupo. Tampoco exclusivamente al respeto por acogernos de la manera más fielmente posible al rigor historiográfico. Hablo principalmente del respeto demostrado por la gente que se ha sentido tocada, atraída, convencida y diría que hasta apasionada por este proyecto.

Mi abuela Margot Rosado de Pinedo parece dar instrucciones o lecciones poco atractivas a mi madre Julita Pinedo en 1944.
Otro propósito del Grupo era lograr identificar con ayuda de sus miembros a personajes retratados en los álbumes familiares que aparecen sin identificación. En el caso de este pequeño Napoleón, al cual considerábamos imposible identificar, se pudo establecer que años más tarde sería monseñor José María Goenaga Diago.

En este sentido, la necesidad de hacer llamados de atención, advertencias, de eliminar comentarios fuera de lugar o de bloquear participaciones indeseables ha sido prácticamente nula. Es este respeto, pienso yo, lo que ha permitido que más y más personas abran sus memorias, sus recuerdos, sus corazones, sus souvenirs vitales, por decirlo de alguna manera, y los expongan al cariñoso escrutinio público. El respeto, el saber mirar con discreción, genera confianza y, según el filosofo de moda Byung Chul Han, resulta vital para el éxito de lo público como proyecto.

Fachada del almacén, en 1950, de la casa distribuidora de licores.

P. Por último, ¿hasta dónde piensas que este proyecto tiene el potencial de llegar? ¿Crees que hubiera tenido el mismo éxito si hubieran intentado ponerlo en marcha durante un tiempo en el que la gente no se hubiera visto obligada, tal como  lo mencionabas al principio, a buscar entretención para combatir el tedio del encierro dentro de sus hogares y dentro de sí misma?

R. Responder ambas preguntas requiere poderes de adivinación que el común de los seres humanos no poseemos. Nuestras expectativas son las de generar un foro de referencia y consulta permanente, no sólo servir como un escape o refugio emocional (aunque esto último en sí mismo no tiene nada de malo). Pero lo único que podemos afirmar con certeza es que el tiempo lo dirá.

P. Gracias.

R. Gracias a ti y a todos los que han permitido que este momento sea posible.

1976. El Hotel Royal Lébolo recién inaugurado y entonces exclusivo, otro sitio de interés para los barranquilleros que recuerdan la turbia trama de la cual después formó parte este alojamiento y contemplan a diario la ruina que se aún se yergue como un recordatorio de épocas que algunos calificarían de ‘doradas’.

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