23 de abril de 2024

Selección Colombia, ¡una Vergüenza!; Queiroz: el ladrón de la alegría

Nueve goles en contra en dos partidos y sin un asomo de algo que se parezca al fútbol, esta Selección Colombia es lo más parecido a una carpa de circo pobre.

Por ANUAR SAAD

Queiroz nos ha devuelto en el tiempo. Tal vez lo único que debemos agradecer a este técnico portugués, es, precisamente, que nos ha hecho valorar lo que

perdimos: la alegría.

Y es que desde hacía 43 años a Colombia no le marcaban seis goles. El antecedente fue ante Brasil, en el Maracaná donde cayó 6 a 1. Pero en la historia reciente, desde 1988, Colombia era inexpugnable; se consideraba un equipo con una defensa sólida al que era muy difícil anotarle dos goles. Pero Queiroz hasta en eso hizo historia: de su mano nos empacarton tres en Barranquilla (que debieron ser cinco) y ahora, en el paroxismo de la vergüenza, también de su ineficiente mano, el equipo cayó humillado, rendido, entregado, sin alma, ni corazón, ni fútbol, seis goles a uno que bien pudieron ser nueve.

Hablar de demostración de fútbol, sería mentir. Lo de Colombia no da ni para un análisis. Once troncos sembrados sin dirección, que no sabían qué hacer con la pelotas. Sin capitán (James es un fantasma); sin creación y, lo peor, con una defensa ociosa, inútil, errática e infantil.

Carlos Queiroz no pudo contener la efectividad de los locales y mostró su peor cara desde que asumió las riendas el entrenador portugués en 2019, aunque ya en Barranquilla anunciaba lo que se nos venía encima.

Un gol antes de los 4 minutos ya hacía presagiar la hecatombe. Tres goles en media hora, reafirmaron que Colombia no tiene técnico, pero tampoco jugadores a los que le duela la camiseta. Que la luchen, que saquen coraje, que la defiendan. No: es un equipo muerto en vida, con un zombi dirigiéndola.

Colombia quedó en evidencia gracias a sus catastróficos errores defensivos. Sin alma, sin técnica, y sin variables para tratar de descontar el marcador, cerró la primera parte con un tres a cero que ya todos sabíamos que no sería capaz de remontar.

La otrora sólida y gloriosa defensa de Colombia, hoy es un circo pobre, con payasos de segunda. Johan Mojica, Jeison Murillo, incluyó a Dávinson Sánchez en lugar de Yerry Mina y se decidió por Luis Manuel Orejuela, jugador de Gremio de Brasil, como lateral derecho y no sé realmente cuál era peor que el otro. No quiso tener en cuenta desde el inicio a Cardona ni a Barrios y sacó inexplicablemente a luis Díaz, hasta ese momento, el mejor del combinado nacional.

Adelante, Duván Zapata hace recordar as muchos jugadores que pasaron por la selección, como Aristizabal, que eran goleadores de sus equipos pero cuando se ponían la tricolor no convertían ni con el arco solo.

Y es que James Rodríguez, la escuálida sombra de un diez, ese que todavía locutores y comentaristas de un canal nacional siguen de cerca inflando sus «hazañas», ese del que cuentan si habló, si saludó, si entrenó, si sonrió, pero que en verdad, con lo que está demostrando en estos momentos, es un lugar ocupado totalmente desperdiciado. En el caso de Zapata es lo mismo, pero a favor de él, habría que decir que Colombia es incapaz. Incapaz de generar juego, de crear peligro y de entregar bolas a sus delanteros que en estos dos partidos han hecho algo peor que el ridículo.

Pero detrás de todo esto, esta la Federación Colombiana de Fútbol que no pudo conciliar con Pékerman ni tampoco encontrar un digno sucesor. Ahí estaba Suárez, dispuesto igual que Rueda, Alfaro y una baraja inacabable mejor que el «míster» que nos impusieron, que venía de dirigir en el mediocre fútbol de Siria.

Usted, señor Queiroz, si tuviera algo de decencia, debería renunciar. Hoy. Más tarde, mañana. Pero renuncie porque un ladrón no puede dirigir una selección nacional. Y usted, señor Queiroz, le ha robado a los colombianos una de sus cosas más preciadas: la alegría por su selección. La alegría de su fútbol y ahora nos sume en otra tragedia más, que debemos soportar, aparte de las tristezas por la pandemia.

Una pandemia que nos afecta por culpa de un virus. Y usted, Queiroz, es también un virus maligno que está pudriendo nuestro fútbol. No sé cuánto gana ni que negoció con usted la FCF, pero si aún le queda un resquicio de dignidad, su renuncia debería estar ya sobre el tapete.

A la par con lo que nos ha tocado de técnico, están los jugadores. Esos mismos que hace cuatro años entregaban el alma en la cancha. A los que de verdad había que matar para ganarles, esos mismos que hoy no tienen memoria: futbolistas sin garra, sin espíritu, sin amor por la camiseta y, lo peor, sin fútbol.

Pero todo lo que va mal, es susceptible de empeorar. Los próximos dos partidos son ante Brasil y Paraguay. Si usted, Queiroz, aún sigue ahí…¡que Dios nos coja confesados!

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