23 de abril de 2024

Los mariachis que endulzan el alma en medio de la cuarentena

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Cinco músicos barranquilleros, que habitualmente se citaban a diario en el famoso “Parque de los músicos” a esperar los clientes, han tenido que emprender el recorrido itinerante por la ciudad cargando amplificación, micrófonos e instrumentos, para tocar los corazones.

Por Anuar Saad

Estaba dando las últimas puntadas al título de la noticia que en ese preciso momento iba a subir al portal, cuando una hermosa melodía acaparó mi atención. Por un momento pensé que alguien a mis espaldas había encendido el equipo de sonido, pero de un vistazo me di cuenta de que estaba solo.

La música que se colaba empezó a ser acompañada por bellas estrofas entonadas con una voz potente y educada, de esas que han sido hechas para cantar por horas y horas.

“…Quisiera abrir lentamente mis venas
Mi sangre toda verterla a tus pies
Para poderte demostrar
Que más no puedo amar
Y entonces morir después

Y sin embargo tus ojos azules
Azul que tienen el cielo y el mar
Viven cerrados para mí
Sin verte estoy así
Perdida en mi soledad”

Abandoné el computador pensando en cómo habría hecho el novio enamorado para poder poner serenata en plena cuarentena así que, atrapado por la curiosidad, y en parte atraído por la hermosa canción que retumbaba en los balcones, me asomé por la ventana.

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Ahí estaban ellos: un grupo de cinco músicos, impecablemente vestidos de mariachis, todos de negro, lo que hacía que se destacaran con brillo propio las charreteras de sus atuendos.

Una a una, las ventanas del edificio y la de sus alrededores, se fueron abriendo. La pasión con que entonaban una y otra canción, hizo que se me formara un nudo en la garganta.

Ellos no son de los que, en medio de la angustia por la crisis económica desatada a causa de la pandemia, gritan lamentos para pedir cualquiera ayuda. Ellos, cuatro músicos barranquilleros, que habitualmente se citaban diariamente en el famoso “Parque de los músicos” a esperar los clientes, han tenido que emprender el recorrido itinerante por la ciudad cargando amplificación, micrófonos e instrumentos, para tocar los corazones.

La solidaridad en el barrio fue generosa. Aparte del dinero que los vecinos le hacían llegar desde los balcones, también hubo aplausos y no faltó la señora emocionada que antes de que se terminara la segunda y última canción, gritara “¡otra, otra!, como si realmente estuviera en un concierto.

La pandemia jamás soñada ha puesto en aprietos a millares de trabajadores en Colombia y en el mundo. Pero muchos, como estos cuatro músicos itinerantes en el barrio El Prado de Barranquilla, saben que allá afuera, hay gente de buen corazón dispuesta a valorar el talento. El trabajo que representa, bajo un sol que hace melcocha el asfalto, recorrer decenas de cuadras para poder llevar el dinero apenas suficiente para alimentar a sus familias.

Así que cuando bajo su ventana resuenen los mariachis, ya saben que es la hora de la solidaridad.

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